Capítulo 70
Llevo todo el día trabajando sin parar y, al mismo tiempo, tratando de localizar a Sophie y a Nick para enterarme de qué demonios está pasando. Ninguno tiene conectado el móvil, lo que es típico de los dos. En la actualidad disponemos de toda clase de aparatos tecnológicos, pero al menor indicio de error humano fallan estrepitosamente.
Es media tarde cuando por fin Nick regresa a la oficina. Observo cómo se baja del coche y luego me fijo en la sangre y las magulladuras que le cubren la cara. El estómago me da un vuelco. He visto esa clase de lesiones con más frecuencia de la que me apetece recordar. Abandono el ordenador y salgo como una flecha a recibirle.
- He conocido al marido de Sophie -dice él a modo de explicación.
- ¿Te ha dado una paliza?
- Sí -responde Nick-. Bastante buena, por cierto.
- Pero ¿por qué?
- Me ha confundido con Sam Felstead, ese bastardo mujeriego -responde Nick con resignación-. Un error comprensible, claro está.
- Entonces, estabas en el apartamento de Sam.
- Sí -responde él-. A punto de salir corriendo antes de que nuestros respectivos amigos se pusieran a la faena.
- Pobrecillo, habrá sido espantoso.
- Sí -corrobora Nick otra vez.
Lleva la camisa blanca salpicada de sangre, que también le forma costra alrededor de la nariz. Esta última tiene el tamaño de una manzana, con una monstruosa incisión en el centro. La indignación le embarga.
- Vamos -le rodeo con el brazo-, el té y la simpatía son lo que a mí me va.
He colocado a Nick en el sillón del escritorio y lo he reclinado hacia atrás. Yo estoy sentada en la silla de jardín, a su lado, y le doy cautelosos golpecitos en la cara con pañuelos de papel humedecidos. Le he preparado una taza de té con dos azucarillos, aunque Nick no toma azúcar; pero eso es lo que hacen con los donantes de sangre, para ayudarles a reponerse. Bueno, no hay nada malo en probar. Dos galletas integrales cubiertas de chocolate, aunque un tanto pastosas, esperan pacientemente en un plato junto al herido.
- ¡Ay! -exclama éste, y me aparta la mano hacia un lado-. ¿No nos haría falta un bistec crudo en este caso?
- No -continúo con mis toquecitos sin que Nick me lo impida-. Lo que nos haría falta son amigos capaces de estarse con las manos quietas.
- Me parece que es mucho pedir -Nick trata de palparse la nariz-. ¿Crees que está partida?
- No -respondo yo-. Tengo experiencia en ese tema. Me rompí la nariz hace un par de años.
- ¿También te atacó el marido de una amiga? -bromea Nick.
- No -replico con brusquedad, y de inmediato lamento haberme ido de la lengua-. Te pondrás bien. Unos cuantos días de hinchazón, un par de cardenales, y ya está. Nada que unos cuantos analgésicos no puedan solucionar.
Nick suspira.
- Sería capaz de asesinar a Sam.
- Tienes suerte de que no te hayan matado a ti por su culpa -chasqueo la lengua en señal de desaprobación-. No me puedo creer que Tom haya actuado de esa manera. Por lo general es un hombre muy tranquilo.
- ¡Ah! -dice Nick con aire de sabio-. Es precisamente a los tranquilos a quienes hay que temer.
- He intentado localizar a Sophie -comento yo con preocupación-, pero el maldito teléfono sigue desconectado. ¿Qué te ha dicho ella?
- No gran cosa -admite Nick-, pero se ha vestido muy deprisa, algo inusual en las mujeres, por lo que yo sé.
- Quizá trataba de alcanzar a su marido.
Aplico un último y suave toque a la nariz de Nick. También tiene el labio partido; probablemente se lo ha mordido él mismo. Lo limpio con el pañuelo mojado y luego me reclino en la silla y me quedo mirándole.
- Deberías marcharte a casa a descansar. Has pasado un buen susto.
- Quizá los dos deberíamos dejarlo por hoy -Nick se incorpora en el sillón y bebe un sorbo de té. Cuando la infusión caliente le roza el labio, da un respingo de dolor. Le entrego dos analgésicos que se traga obedientemente-. El público en general tendrá que arreglárselas hasta mañana sin sus Renault Clio de segunda mano.
- ¿Te llevo a casa?
- No -responde Nick-. Me encuentro bien. He dormido unas horas en casa de Sam. Al despertarme, Sophie se había marchado.
- Maldita sea -digo yo-. ¿Dónde se habrá metido?
- Sam ha dicho que se había ido a afrontar las consecuencias. Estaba muy preocupado -me explica Nick-. Si yo fuera ella, me lo pensaría mejor y me iría a buscarte a ti.
Planto un beso en la mejilla a mi adorable jefe.
- Tienes mucha sensibilidad.
- Es cierto -se lleva la mano a la nariz-, en algunos sitios más que en otros.