Capítulo 19

Nick y Sam se bajaron del taxi y atravesaron la calle en dirección a la discoteca. Por encima de sus cabezas lanzaba destellos un vibrante letrero de neón rojo que rezaba: CINCUENTA POR CIENTO. Sin duda, se trataba de una divertida alusión al hecho de que el cincuenta por ciento de los matrimonios en el Reino Unido terminan en divorcio, estadística con la que Nick estaba más que familiarizado gracias a su amable abogado.

La discoteca se encontraba en el concurrido barrio de los teatros de la ciudad, embutida entre un Pizza Hut hasta los topes y un TGI Friday's. La acera estaba abarrotada de mujeres a medio vestir que no parecían conscientes del frío de la noche ni del hecho de que las mini-faldas no necesariamente favorecían a sus muslos.

Nick empezaba a dar marcha atrás.

- Sólo de pensarlo, me cuesta respirar.

Sam agarró a Nick del codo y le condujo hacia su funesto destino.

- Nick, si fueras una cría de foca ya te habría golpeado con un palo hasta matarte.

- Sam, entiéndelo, hace unos quince años que no piso una discoteca. Y ya entonces las odiaba.

- Tranquilo -respondió Sam-. Va a ser genial.

- ¿Cuál es tu definición de «genial»?

- Muchas mujeres. Muy poca ropa.

- No estoy preparado para esto, Sam.

Su poco comprensivo amigo le hizo atravesar de un empujón el umbral del CINCUENTA POR CIENTO y pagó las entradas de precio exorbitante mientras que a Nick le temblaban las piernas. Atravesaron una puerta doble y bajaron por una estrecha escalera hasta llegar a la estancia más oscura que Nick había visto jamás. Estaba pintada de rojo oscuro y negro, y respondía a la imagen que él tenía de la entrada al infierno.

Nick ahogó un grito mientras paseaba la vista por la sala. Por todas partes se veían mujeres con pinta de prostitutas.

- Bueno -dijo Sam-, no está nada mal, ¿eh?

Nick se encontraba estupefacto.

- Veo a gente divorciada -acertó a decir entre jadeos, con una voz que parecía sacada de El sexto sentido.

Sam le dio una palmada en la espalda.

- Pues ya puedes acostumbrarte, colega. Ahora eres uno de ellos.

Dicho esto, se encaminó hacia la barra, seguido de cerca por Nick. A éste le molestaba admitirlo, pero le aterrorizaba la idea de perder de vista a su amigo. Varias mujeres de aspecto indeseable les miraron de arriba abajo al pasar. Nick notó que le empezaba a brotar un sudor frío. ¿Era aquella la clase de terror que rodearía su vida social de ahora en adelante? Confiaba con todas sus fuerzas en que no fuera así.

- Sonríe, hombre -le siseó Sam al oído-. Pareces un psicópata asesino.

- No puedo -respondió Nick con otro siseo-. Tengo contraída la mandíbula.

- No muerden.

- Seguro que sí -presa de los nervios, Nick inspeccionó a las mujeres con detenimiento-. Se nota que muerden.

Llegado a este punto, empezaba a arrepentirse de no haber prestado atención a su madre. Sam se había acercado a la barra y pidió dos cervezas.

- Hola, cariño -dijo una mujer particularmente espeluznante mientras escudriñaba a Nick de la cabeza a los pies como si de un pedazo de carne se tratara.

Nick, atacado por el miedo, se pegó a su compañero como una lapa.

- Para ya de una vez -espetó Sam, indignado.

- Quiero irme a casa.

- Acabamos de llegar.

Nick agarró a Sam del brazo.

- Suéltame -a regañadientes, Nick le soltó y Sam se cepilló la manga con el ceño fruncido y expresión sombría-. ¿No pensarás, por casualidad, que el divorcio ha afectado a tu autoestima? -preguntó malhumorado.

Nick exhaló un suspiro.

- Lo siento.

Sam también suspiró.

- El tío Sam cuidará de ti. ¿Alguna vez te has metido en un lío por mi culpa?

- Sí -respondió Nick.

Su amigo adoptó una expresión resentida.

- Sólo aquella vez.

- Y Janine nunca dejó de recordármelo.

Nick se preguntó qué sentiría su mujer si pudiera verle ahora. Lástima. Sí, posiblemente lástima.

- Bueno, Janine es agua pasada -repuso Sam con tono enérgico-. Ahora tu ex mujer se dedica a jugar a las familias felices con Bone, el carnicero.

Sam extendió el brazo para abarcar la pista de baile. Frente a ellos, una docena de mujeres regordetas y medio desnudas daban brincos al ritmo de la música. Resultaba tan patético que costaba describirlo

- Sin embargo, hay otras jovencitas encantadoras entre las que puedes elegir.

- ¿Dónde están?

- ¿Sabes cuál es tu problema? -preguntó Sam-. Que eres demasiado quisquilloso.

- Pero es que todas tienen brazos de cargador de muelles.

- ¿Ves a qué me refiero? -Sam, consternado, sacudió la cabeza-. Y ahora pretenderás que ninguna lleve peluca ni dientes postizos. Usa la imaginación, hombre.

Imposible. Nick iba a tener que despabilarse a base de bien y poner su vida en orden. Sam era un buen amigo que se esforzaba por sacarle a divertirse, pero lo que Nick necesitaba en realidad era a alguien que se sentara a su lado y le explicara lo que había sucedido, ya que él mismo seguía sin comprenderlo. No podía comentar el asunto con sus padres porque…, bueno…, no era la clase de tema que se comenta con unos padres. En concreto, con su madre. Y Sam tampoco era el tipo de persona con quien uno se siente inclinado a hablar. Su amigo siempre había creído que las acciones son más elocuentes que las palabras, y su particular manera de actuar consistía en mostrarse indiferente ante el mundo y recuperarse de los contratiempos lo antes posible.

Sam señaló hacia el extremo contrario de la pista.

- Esas dos no están mal -comentó esperanzado.

Nick siguió el dedo de su amigo. En lo alto de una mesa, al otro lado de la sala, Anna Terry, su nueva secretaria, y una amiga suya estaban ejecutando un baile al estilo de Britney Spears. Nick tuvo que mirar dos veces, pues no daba crédito a sus ojos.

- Están buscando lío, ¿no te parece?

- Tienes razón -coincidió Nick.

- ¿Te apetece pasar un rato con ellas?

- Puede que sí.

Sam se quedó perplejo.

- Venga, vamos -apremió Nick.

La cerveza de Sam se detuvo a medio camino hacia sus labios.

- ¿Cómo? ¿Ahora mismo?

- Sí. Más vale actuar en caliente.

Antes de pensárselo mejor, Nick atravesó la pista a paso de marcha en dirección a Anna. Demasiado estupefacto como para articular palabra, Sam le seguía a toda velocidad.

- ¿Qué prisa tienes? -preguntó elevando la voz-. Ya sabes lo de que sólo los tontos se precipitan.

- Eso es precisamente lo que me pedías hace un momento -Nick avanzó a zancadas por delante de Sam hasta detenerse frente a Anna y la amiga de ésta, quienes seguían contoneándose sin reparar en su público. Sam y Nick las observaron, un tanto picados por la curiosidad. Nick no se había percatado de aquella aptitud en particular durante la entrevista de trabajo, si es que podía calificarse de esa manera, e ignoraba cómo podría serle de utilidad durante las horas de oficina; pero el hecho de que su secretaria supiera moverse de aquel modo le alegraba sobremanera.

- Hola -dijo Nick tras unos momentos de desenfrenada admiración. A su lado, Sam se moría de impaciencia.

Anna bajó la vista y se quedó petrificada.

- Hola -respondió, mientras a toda prisa se tiraba hacia abajo del vestido para esconder unas rodillas la mar de atractivas.

- Así que te ibas a acostar temprano -observó Nick.

- Y ésta es tu patética discoteca para solteros -Anna esbozó una amplia sonrisa y Nick la ayudó a bajar de la mesa-. No hago esto habitualmente -aclaró.

- Lástima -respondió Nick. Nunca se había alegrado tanto de encontrarse con alguien.

La amiga de Anna también había dejado de bailar. Sam le rodeó la cintura con los brazos y la bajó de la mesa.

- ¿Qué tal si alguien nos pone al corriente? -preguntó Sam.

- Os presento a Sam -dijo Nick.

- Y ésta es Sophie -añadió Anna.

- Y ésta es Anna -dijo Nick a su amigo, mientras se fijaba en que éste aún seguía con las manos en la cintura de Sophie-. Anna es mi nueva secretaria. Va a convertir mi destartalada tienda de coches usados en un imperio floreciente, aunque no sabe usar el ordenador ni preparar el té.

- ¿Y qué más da? -Sam brindó a Anna su sonrisa más zalamera y luego se frotó las manos-. Señoritas, ¿nos permiten invitarlas a una copa?

- ¿No era una mala idea mezclar el trabajo y el placer? -preguntó Anna.

- Dadas las circunstancias, considero que resulta de todo punto esencial -respondió Nick al tiempo que sonreía.

Me vuelves loca
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml