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Varios días después, FM y yo estábamos comiendo con los escuadrones Tintero y Tormenta de Fuego, los otros dos grupos de cadetes que habían empezado a la vez que nosotras. Entre los dos les quedaban seis miembros, lo que significaba que ni siquiera combinándonos los tres llegaríamos a componer un escuadrón completo de diez personas.

La conversación giraba en torno a si nos reunirían en un solo escuadrón de cadetes o no. Y si ocurría eso, ¿con qué nombre nos quedaríamos? FM argumentaba que deberíamos inventarnos un nombre nuevo, pero yo creía que, dado que nosotros aún teníamos a nuestro jefe de escuadrón y los otros dos habían perdido a los suyos en algún momento, deberíamos estar al mando.

Me quedé callada y me terminé la comida deprisa. Parte de mí seguía esperando que, en cualquier momento, la almirante irrumpiera en el comedor y me sacara a patadas. La comida estaba buenísima, y en vez de mi antiguo y remendado mono, había podido solicitar tres nuevos, nada menos, que me quedaban como un guante.

Los otros cadetes ya empezaban a estar ansiosos por la graduación.

—Yo voy a hacerme explorador —dijo Comentario, un chico bullicioso con el pelo a lo casco—. Ya tengo una invitación.

—Demasiado aburrido —dijo FM.

—¿En serio? —dijo una de las chicas—. Pensaba que a ti te atraería, con lo mucho que hablas de la «agresividad Desafiante».

—Pero sería lo esperado —respondió FM—. Aunque en realidad se me dé bastante bien.

Mientras escuchaba, me pregunté si a FM también se la acabaría llevando su familia, aunque no parecía tan importante como Jorgen, que estaba en Ígnea, en algún acto oficial. Absorta, me puse a pensar en cómo sería asistir a alguna de sus lujosas cenas gubernamentales. Imaginé el delicioso escándalo que provocaría mi presencia. ¿La hija de un infame cobarde?

Por supuesto, todos serían demasiado educados para mencionarlo, así que tendrían que sufrirme mientras yo, al ser una chica primitiva y bárbara, sorbería la sopa, eructaría y comería con las manos. Jorgen se limitaría a poner los ojos en blanco.

La fantasía me hizo sonreír, pero entonces fruncí el ceño. ¿Por qué estaba pensando en Jorgen, con la de gente que había?

En la mesa todos rieron cuando alguien mencionó el identificador de Arturo, que nadie sabía pronunciar.

—Debe de haber bastante silencio en vuestro entrenamiento, ahora que ya no está —dijo Drama, una chica con un acento que me recordaba al de Kimmalyn.

—Sobreviviremos —respondió FM—. Aunque se hace raro que no esté. Ya no hay nadie explicándome cosas que ya sé a todas horas.

—Qué escuadrón más extraño debéis de ser —dijo Drama—. Conozco a Jorgen, y seguro que no abre la boca excepto para daros órdenes y echaros la bronca, ¿verdad? Y está claro que Peonza es muy callada, así que vuestros vuelos deben de ser silenciosos. En nuestra línea siempre hay parloteo, aunque solo seamos cuatro.

Sus compañeros de escuadrón se defendieron con buen humor, pero yo me quedé dando vueltas a lo que había dicho sobre mí. ¿Callada? ¿Creían que yo era una persona callada?

Supuse que, en los últimos tiempos, sí que había estado bastante reservada. Pero ¿callada? De verdad no creía que me hubieran definido así en toda la vida. Qué cosas.

Terminó la cena y, cuando hubimos recogido la mesa, FM hizo un gesto con la cabeza hacia nuestro dormitorio.

—¿Vas a dormir o harás un poco de entrenamiento físico?

—Ninguna de las dos cosas —dije—. Creo que esta noche me hace falta un paseo.

En realidad, quería ir a ver a M-Bot y Babosa Letal. Habían pasado varios días desde la última vez.

—Como quieras. —Vaciló—. Oye, ¿aún estás preocupada por Arturo? Podrá volar, solo que no en misiones.

—Sí, sí —dije—, lo sé.

Estrellas, habían pasado días, ¿y aún pensaba que necesitaba que me consolaran?

Salí de la base. En realidad, debería haber ido a hacer entrenamiento físico, pero tenía remordimientos por dejar solo a M-Bot tanto tiempo. Había ido unas cuantas veces para ayudar a Gali con el propulsor, pero, desde que vivía en la base, era difícil encontrar un hueco para acercarme a la cueva. Quería saborear los privilegios que tanto tiempo me habían negado.

Las cieluces habían perdido brillo para indicar la llegada de la noche, y el aire era fresco cuando recorrí el camino familiar por el terreno polvoriento. Era refrescante abandonar las vistas y los olores de Alta, estar fuera bajo el cielo otra vez.

Llegué a la caverna, descendí usando mi línea de luz y me preparé para la inevitable ristra de protestas. A M-Bot no le hacía ninguna gracia que yo hubiera cambiado de domicilio. Estaba convencido de que iba a podrirse, de que sus subrutinas de personalidad se degradarían por falta de uso.

Llegué al suelo.

—Hola —dije, y mi voz resonó en la cueva.

—¡Hola! —Babosa Letal estaba en una roca cercana. La iluminé, me acerqué y le rasqué la cabeza.

—¿Masacrebot? —dije a la oscuridad.

—De ese mote aún tenemos que hablar —respondió su voz—. En ningún momento lo he aceptado.

—Si no escoges un buen identificador, alguien lo elegirá por ti. Es como funcionan estas cosas.

Sonreí mientras me acercaba a la nave, esperando que M-Bot se saliera por alguna tangente. Pero se quedó callado. ¿Le pasaría algo?

—¿Y bien? —dijo al fin. ¿Y bien?

—Esto… —¿Qué había hecho esa vez?

—¿No estás emocionada? —preguntó—. ¿No te sientes a punto de explotar? ¿No es genial?

¿Genial?

«El propulsor», comprendí, sobresaltándome. Gali había terminado de instalarlo. Había seguido fatal su progreso aquellas últimas semanas, por estar demasiado ocupada. Pero sus herramientas ya no estaban, la caverna estaba recogida y había una nota pegada con cinta adhesiva a la parte trasera del fuselaje de M-Bot.

Babosa Letal estaba en el ala, cerca de la nota.

—¡Dichoso pedazo de basura inútil con vida de imitación! —dijo, en un simulacro aflautado de la voz de Gali—. ¡Tirda! ¡Tirda! ¡Tirda! ¡Tirdosa tirda y estúpida tirda!

—Cuidado, chica —le advertí—. Con esa boca, acabarán reclutándote para el personal de tierra.

Babosa Letal emitió una serie de ruidos que recordaban el sonido del martillo contra el metal, que seguramente había oído mucho a lo largo de las últimas semanas.

Cogí la nota. Decía:

Terminado. Iba a sacarlo a volar para probarlo, pero he pensado que deberías estrenarlo tú. Además, tampoco me extrañaría que esa IA me estrellara a propósito.

Trabajar en esta nave ha sido la experiencia más maravillosa de mi vida (esto no se lo digas a M-Bot). Los diseños que he trazado, las cosas que he aprendido… Voy a cambiar la FDD, Peonza. Voy a transformar del todo nuestra forma de volar y luchar. No solo me han aceptado en el Cuerpo de Ingeniería, sino que me han ofrecido un puesto directamente en diseño. Empiezo mañana.

Gracias por darme la oportunidad de encontrar, en este trabajo, mis propios sueños. Disfruta de tu nave. Espero que sea también lo que siempre habías soñado que sería.

Bajé el papel y miré las alas de M-Bot, con aspecto de peligrosas cuchillas. Las luces de aterrizaje de la nave se encendieron, haciendo brillar todo su costado. Mi nave.

Mi. Nave.

—¿Y bien? —dijo M-Bot—. ¿Vamos a salir a volar?

—¡Tirda, ya lo creo que sí!