22
Qué motivo podría tener la FDD para hacer creer a todo el mundo que tu padre era un cobarde? —me preguntó Gali mientras trabajábamos juntos.
—Se me ocurren decenas de posibilidades —dije, tumbada a su lado debajo de M-Bot.
Habían transcurrido cinco días desde el acontecimiento. Desde que habían muerto Bim y Marea. Trabajar con Gali en mis horas libres, reparando la nave, había sido un refugio más que bienvenido para mantener a raya mis propios pensamientos. Aunque fuese agotador levantarme temprano como había hecho ese día, trabajar en la nave y luego irme a clase y soportar la instrucción de Cobb hasta casi entrada la noche.
Ese día estábamos desconectando cables de la panza de M-Bot y reemplazándolos. Algunos de los viejos parecían estar bien, pero Gali pensaba que debíamos cambiarlos todos por si acaso, y no sería yo quien le discutiera la experiencia.
Conecté otro cable y lo situé siguiendo las instrucciones que me había dibujado Gali. Mi línea de luz brillaba en el interior de la nave, sujeta en sus entrañas para iluminarnos, ella misma un cable refulgente.
—Hay razones a centenares para que a la FDD pudiera interesarle mentir sobre mi padre —dije mientras trabajaba—. Quizá mi padre estaba reñido con Férrea por el liderazgo y ella decidió que debía tener un «accidente».
—¿En mitad de la batalla más importante que ha librado nunca la FDD? —objetó Gali—. Muy fantasioso, incluso viniendo de ti, Peonza.
—¿Fantasiosa? —pregunté—. ¿Yo? Pero si soy una realista, Gali.
—Ya, realista. Como todas las veces que me obligabas a fingir que matábamos dragones estelares juntos, de crios.
—Eso era entrenamiento de combate.
Gali gruñó al enfrentarse a un cable particularmente tozudo, y Babosa Letal tuvo la amabilidad de imitarlo. Estaba en el suelo de piedra, cerca de mi cabeza. M-Bot estaba «ejecutando un diagnóstico», significara lo que significase. Sobre todo, parecía consistir en que dijera cosas como «Hummm», o «Me llevo una», para «señalar que el proceso sigue en curso, ya que los humanos tardan poco en aburrirse sin estimulación auditiva».
—¿Seguro que no interpretaste mal a Cobb? —preguntó Gali a mi lado—. ¿Estás segura de que asintió?
—Segurísima. La historia oficial es mentira, Gali. Tengo pruebas.
—Lo que tienes en realidad es una confirmación difusa, solo posible.
—Puedo presionar a Cobb hasta que cante la verdad entera.
—Pues te deseo suerte. Además, aunque hablara, la cúpula de la FDD no va a reconocer nunca que mintió. Si les das demasiados problemas, lo único que conseguirás es que, además de a ti, aparten también a Cobb de su puesto.
—Pienso limpiar el nombre de mi padre, Gali.
—Y yo no te digo que no lo hagas. Me limito a señalar que tu plan original, aprender a volar, sigue siendo la mejor forma de hacerlo. Primero conviértete en una piloto genial y famosa. Mejora la reputación de tu familia y pasa a ser alguien a quien no pueda ignorarse. Y una vez hecho eso, usa tu influencia para limpiar el nombre de tu padre.
—Ya veremos.
Gali se retorció, aprovechando el poco espacio que teníamos entre M-Bot y el suelo, y cogió su cuaderno para hacer unas anotaciones.
—Esto son sus ConGravs —dijo, dando un golpecito con el lápiz en un mecanismo—. Pero no reconozco el diseño, y además los tiene en un sitio raro. Esta caja negra de aquí, que es la única pieza que no identifico, debe de ser lo que alberga su inteligencia artificial. No me atrevo a abrirla, aunque está clarísimo que funciona mal.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Te imaginas a alguien creándolo a propósito para que se comporte así?
En eso llevaba razón.
—Lo que más me interesa de todo —dijo Gali— son sus juntas, sus sellos y su turbina atmosférica. Me cuesta explicarlo, pero los noto más… integrados, mejor construidos que los que usamos nosotros. Es un incremento muy pequeño, pero Spensa, creo que si hacemos volar este trasto, va a ser rápido de verdad. Más veloz incluso que nuestras naves exploradoras.
Me dio un escalofrío al imaginarlo. Gali sonrió, levantó el cuaderno, lo dejó a un lado y hurgó con la llave para empezar a desmontar con meticulosidad la turbina atmosférica.
Lo observé un momento, con un cable en la mano, en aquella estrechez, fascinada. Gali parecía contento.
Llevábamos más de una década siendo amigos, y estaba segura de haberlo visto contento otras veces. Era solo que no había ningún momento que destacara. Mis recuerdos de Gali eran todos de verlo ansioso, o nervioso por mí, o (de vez en cuando) resignado a algún destino terrible.
Pero ese día estaba sonriendo mientras trabajaba, con la cara manchada de la grasa que habíamos estado aplicando entre sesión y sesión de reemplazar cables. Y verlo… verlo me ayudó en algo a soportar la tristeza que seguía pendiendo sobre mí, la sensación de haber fallado a mis compañeros de escuadrón.
—¿De dónde has sacado todos estos cables, por cierto? —pregunté mientras volvía al trabajo—. Creía que la encargada de los hurtos menores iba a ser yo.
—No ha hecho falta ningún hurto —dijo él—. Ziming, que es mi supervisora de prácticas, me dio un fajo entero y unas máquinas en las que trabajar para que me acostumbre a cambiar cables. Y digo yo que ¿qué mejor entrenamiento que utilizarlos en una nave de verdad?
—Así me gusta. Entonces ¿te va bien?
Gali, raro en él, se sonrojó. Costaba distinguir el color entre la grasa de su cara, al tenue brillo rojizo anaranjado de mi línea de luz. Pero lo conocía lo bastante bien como para saberlo.
—¿Qué pasa? —pregunté con tono de exigencia.
—¿Sabes el diseño de la cabina de M-Bot? —dijo él.
—¿Qué parte?
—El asiento del piloto y los controles tienen un marco propio —dijo Gali—. Es complicado, pero me recuerda a un giroscopio. Creo que el asiento está diseñado para poder rotar con el vector de aceleración. ¿Sabes que a los humanos nos cuesta soportar aceleraciones que empujen la sangre hacia la cabeza o los pies?
—Eh… sí. Lo sé, créeme.
—Vale, pero ¿y si tu asiento pudiera rotar en las propulsiones difíciles o largas, de forma que la fuerza llegara siempre en la dirección más tolerable por el cuerpo, derecha hacia atrás? Ayudaría mucho en las maniobras a alta velocidad.
—Vaya —dije, interesada. Pero me atrajo aún más la forma en que se le iluminaron los ojos al hablar.
—Bueno, pues hice unos bocetos aproximados de eso en mi cuaderno, y… y en fin, es posible que Ziming lo viera y supusiera que era un diseño mío. Tal vez… tal vez crea que soy un genio.
—¡Y lo eres!
—En realidad, no —dijo, sonrojándose de nuevo—. Yo solo copié lo que veía. El genio es quienquiera que construyera a M-Bot.
—¡Pero tú lo entendiste! —dije—. Para eso hay que ser igual de genio.
—La verdad es que no —respondió, y sacó una tuerca con la llave—. Pero… bueno, aunque sea mintiendo, creo que así podremos ir llevando esta tecnología a la FDD. Con un poco de suerte, si logro descubrir cómo funciona esta turbina atmosférica, podré llevarles eso también. Yendo con cuidado y no haciendo que mis descubrimientos levanten demasiadas sospechas, podremos ayudar en la guerra contra los krells sin delatar a M-Bot.
—¡Y tú podrás ser un héroe! —exclamé.
—Un héroe falso —dijo él—. Pero… la verdad es que me sentó bien…
Sonreí y volví al trabajo con los cables. Quizá pudiéramos entregar todo aquello a la FDD y evitar que murieran más pilotos. Pensarlo me aguó el humor al instante. Por mucho que pudiera ayudar a los pilotos en el futuro, seguiría cargando con mis sentimientos de frustración y dolor por los compañeros de escuadrón que ya había perdido.
Desvié mis pensamientos de vuelta al secreto de lo que le había ocurrido en realidad a mi padre y traté de enumerar todos los motivos por los que la FDD pudiera haber querido encubrirlo. Eso me mantuvo ocupada una media hora, hasta que sonó un tintineo en la cabina.
—Diagnóstico finalizado —dijo M-Bot con su voz servicial, y ni por asomo lo bastante peligrosa. Resonó por las entrañas de la nave—. ¿Qué me he perdido?
—Hablábamos de que Gali sea un héroe —dije—. Y de por qué querría la FDD mantener algo en secreto. Aseguran que mi padre huyó de una batalla, pero yo sé que no fue así.
—Sigo pensando que sacas conclusiones precipitadas —replicó Gali—. ¿Por qué molestarse con una tapadera tan a gran escala solo para mancillar la reputación de un piloto concreto?
—¿Y si a mi padre lo abatió un fuego amigo accidental? —propuse—. En la confusión de la lucha, alguien le disparó por error. Y no querían que algo tan vergonzoso pasara a los registros permanentes. Así que dijeron que mi padre estaba huyendo y obligaron a Cobb a mentir sobre lo ocurrido.
Gali gruñó, soltando otra tuerca.
—Esa última es casi plausible. Más que las anteriores. Pero sigue teniendo problemas. ¿Los otros pilotos no se habrían dado cuenta? Cobb te dijo que había cuatro personas en el escuadrón que lo vieron todo.
—No sabemos lo profunda que es la tapadera —dije—. Y, aunque los informes tienen los nombres censurados, estoy bastante segura de que la jefa de escuadrón era Férrea. Eso explicaría por qué está tan empeñada en apartarme de la FDD. Puede que tenga miedo de que revele la verdad, que su liderazgo incompetente hizo que derribaran a un piloto suyo por accidente.
—Elucubras. Ni siquiera sabes seguro que el informe oficial sea mentira.
—Cobb asintió.
—Lo que hizo fue así-como-asentir-un-poco-a-medias-pero-también-podría-ser-un-tic-aleatorio.
—Pues proponme una explicación mejor de por qué mentirían a todo el mundo —exigí.
—Yo puedo proponerte una —dijo M-Bot en tono animado—. El Argumento Superior para el Caos de Origen Humano.
—¿El qué? —preguntó Gali.
—El Argumento Superior para el Caos de Origen Humano, o ASCOH. Es un fenómeno extremadamente popular y bien documentado. Tengo mucha escritura al respecto en mis bancos de memoria.
—¿Y consiste en…? —pregunté mientras conectaba un cable. M-Bot solía decir cosas raras como aquella, y me había acostumbrado a seguirle la corriente. En parte porque… bueno, porque encontraba interesante su forma de hablar. M-Bot veía el mundo de un modo muy extraño.
Eso y que esperaba que alguna de aquellas conversaciones sacara a la luz alguna información importante de sus bancos de memoria. Por no mencionar, además, lo mucho que solían frustrar a Gali.
—El ASCOH está relacionado con el libre albedrío —dijo M-Bot—. Los humanos sois las únicas criaturas que tenéis libre albedrío. Lo sabemos porque habéis afirmado tenerlo, y yo, al ser una máquina sin alma, debo confiar en que sepáis lo que decís. Por cierto, ¿cómo se siente uno al ser autodeterminista?
—Yo qué sé —respondí.
—¿Es la misma sensación que al saborear un helado?
—Pues… no del todo.
—Tampoco es que fuese a servirme de mucho, claro —dijo M-Bot—. No se me construyó con la capacidad de comprender los sabores. Ni la de tomar decisiones por mí mismo.
—Tomas decisiones a todas horas —repuso Gali, meneando su llave en dirección a la cabina.
—No tomo decisiones, me limito a ejecutar subrutinas complejas de mi programación, todas ellas derivadas de estímulos cuantificables. Soy perfecta y absolutamente racional.
—Racional —repetí yo—. Por eso no paras de pedir setas.
—Aja —dijo él—. Oye, ¿tú crees que alguien hará helado con sabor a setas?
—Suena asqueroso —respondí. Solo había tomado helado en una ocasión, de niña, una vez que mi padre acumuló méritos suficientes para solicitarlo—. ¿Por qué íbamos a comer algo así?
—No lo sé —dijo M-Bot—. Argumento Superior para el Caos de Origen Humano, ¿recuerdas?
—Que todavía no has explicado —señaló Gali.
—¡Ah! Pensaba que era evidente. —M-Bot sonó sorprendido—. Los humanos tenéis libre albedrío. El libre albedrío es la capacidad de tomar decisiones irracionales, de actuar en contra de los estímulos. Eso vuelve imposible para una IA racional predecir del todo a los humanos, ya que, incluso si tuviera una comprensión perfecta de los estímulos que recibís, podríais hacer algo impredecible del todo.
Volví la cabeza hacia Gali, frunciendo el ceño, intentando comprender aquello.
—Significa que sois raros —añadió M-Bot.
—Eh…
—Tranquila, me caéis bien de todas formas.
—¿Y dices que es una teoría popular? —preguntó Gali.
—Para mí —dijo M-Bot.
—¿Y que hay mucho escrito sobre ella? —insistió Gali.
—Por mí —dijo M-Bot—. Esta misma mañana. He escrito siete mil páginas. Mis procesadores son muy rápidos, ¿sabes? Eso sí, la mayoría de lo que he escrito es solo: «Los humanos son raros», repetido 3.756.932 veces.
—¡Se suponía que estabas ejecutando un diagnóstico! —exclamó Gali.
—Gali, eso me ha costado como unos treinta segundos —dijo M-Bot—. Necesitaba algo más interesante en que ocupar mi tiempo.
Gali suspiró y dejó caer otra tuerca en el vaso que tenía al lado.
—Sabes que este trasto está loco, ¿verdad?
—Si puedes hacerlo volar, me da lo mismo. Esto… Puedes hacerlo volar, ¿verdad?
—No estoy loco —señaló M-Bot.
—Bueno —dijo Gali, sin hacer caso a la máquina—, cuando hayamos cambiado estos cables, tendrás que hacer mantenimiento de las tomas de aire, los propulsores y las juntas que aún nos faltan. Yo inspeccionaré la turbina atmosférica mientras tanto, y luego abriré sus ConGravs y les echaré un vistazo.
»Si todo eso funciona bien, significa que por dentro está operativo. Entonces tendremos que pensar en cómo ocuparnos de esa ala. Pero dentro de un tiempo me tocará estar de aprendiz en diseño y fabricación, y creo que a lo mejor podría ingeniármelas para pedir piezas nuevas y ponérselas a M-Bot en el ala. Aunque quizá te ponga a amartillar partes torcidas para enderezarlas. Con eso, lo tendremos todo menos lo más gordo.
—Los propulsores —dije yo. M-Bot tenía espacio para tres, uno grande y dos más pequeños.
—Creo que podrá volar bien solo con el propulsor central. Pero ni de milagro podré solicitar que me fabriquen algo tan enorme. Por lo tanto, si queremos hacer volar este trasto, tendrás que buscarme un repuesto. Debería servirnos cualquier modelo estándar de la FDD, y cualquiera entre el A-17 y el A-32 encajará en el espacio que tenemos, con alguna modificación mía.
Suspiré y apoyé la espalda en la piedra. Al poco rato, salí arrastrándome de debajo de la nave para beber.
Un propulsor nuevo. No era algo que pudiera encontrar en un desguace, ni tampoco robar de un aerodeslizador cualquiera. Era tecnología militar de primera clase. Tendría que robar un caza estelar, lo cual sería un poco más grave que un hurto menor: sería alta traición.
«No», pensé. Reparar a M-Bot era un sueño bonito, pero no podía llegar tan tan lejos.
Suspiré, di un largo sorbo de la cantimplora y miré el reloj. 06.05. Gali salió también, se levantó y cogió su propia cantimplora.
Silbé a Babosa Letal, que me devolvió el silbido en una imitación perfecta.
—Tengo que irme —dije a Gali—. Necesito tiempo para colarme en el lavabo de mujeres y limpiarme antes de clase.
—Tranquila —dijo Gali, e hizo tañer el ala de la nave con un golpe de su llave—. Pero no sé por qué te molestas en hacerlo allí, si puedes usar el limpiador de la nave.
—¿Tiene limpiador? —pregunté, deteniéndome en seco.
—Tiene unas bioinstalaciones completas, que incluyen la recuperación de residuos, en el receptáculo de la cabina. Ayer traje un poco de jabón y puse el sistema en marcha. Se controla con el teclado pequeño que hay atrás a la izquierda en la cabina. La cubierta debería oscurecerse para darte intimidad. Eso, suponiendo que confíes en que el trasto no se burle de ti mientras te limpias.
—¿Por qué iba a burlarme de ella? —dijo M-Bot—. Las fragilidades de la existencia humana, y los hedores provocados por su ineficacia al generar energía biológica, no son motivo de risa.
Me limité a sonreír. Estaba harta de meterme a hurtadillas en la cabina limpiadora de la base, preocupada todo el tiempo por si la almirante Férrea lo usaba como excusa para echarme.
—Es lógico que tengas limpiador —dije a M-Bot mientras me metía en la cabina—. Dijiste que eres una nave de exploración y misiones encubiertas, ¿verdad?
—Equipada para misiones en el espacio profundo.
—Y con cuatro destructores, ni uno menos —aportó Gali desde abajo—. Y unas turbinas atmosféricas muy avanzadas, y un diseño pensado para la velocidad extremada. M-Bot es un caza, Peonza. Pero probablemente de largo alcance, como ha dicho.
—Por lo tanto, tenías que poder cuidar de tu piloto a largo plazo —dije, cerrando la cubierta—. ¿Viajabas entre las estrellas?
—El hipermotor citónico no funciona —respondió M-Bot.
—Pero ¿cómo lo hacías? —pregunté—. ¿Qué es un hipermotor citónico? ¿Y qué buscabas en tus exploraciones, ya que estamos?
El caza se quedó en silencio, algo muy poco propio de él. La cabina, como se me había prometido, se oscureció por completo cuando activé un interruptor del panel que me había indicado Gali.
—No tengo registros de nada de ello —dijo M-Bot con suavidad—. Si pudiera sentir miedo, Peonza, eso… eso me asustaría. No soy un piloto automático. No me piloto a mí mismo, lo tengo prohibido excepto para las maniobras muy lentas. Así que, en realidad, lo que soy es un repositorio de conocimiento. Es para lo que sirvo.
—Solo que lo has olvidado todo.
—Casi todo —susurró él—. Excepto… mis órdenes.
—Quédate en la sombra. Estudia la situación. No te metas en peleas.
—Eso y una base de datos abierta para catalogar los hongos locales. Eso… eso es todo lo que soy ahora.
—Espero que Gali pueda reparar tus bancos de memoria y recuperemos lo que has perdido —dijo—. Pero si no, rellenaremos esos bancos con memorias nuevas. Memorias mejores.
—Los datos no sugieren que ninguna de esas opciones sea factible.
—Ni falta que hace —repliqué—. Ya lo verás.
—ASCOH —dijo M-Bot—. Te dejaría leer las siete mil páginas que he escrito, pero estoy programado para evitar hacer que los humanos se sientan inferiores por su increíble extrañeza.
Bajé el asiento a la posición de cama y localicé el limpiador en la parte trasera de la cabina. No se distinguía a primera vista, pero esa vez sabía lo que buscaba: un hueco que pudiera abrir y en el que meterme rodando. La larga y estrecha cabina de limpieza se internaba en el fuselaje.
Me desnudé, lo metí todo en el compartimento para ropa, me tumbé con los pies hacia el agujero y entré resbalando sobre rodillos. Cerré el pestillo que había junto a mi cabeza pulsando un botón a mi lado y activé el limpiador.
Mantuve los ojos cerrados mientras la máquina me bañaba en espuma y fogonazos de luz. Me pareció… decadente tener mi propia cabina de limpieza. En mi barrio había solo tres limpiadores, compartidos entre docenas de apartamentos. Su uso diario tenía un horario estricto.
—Creo que te he hecho sentir mal de todos modos, ¿verdad? —preguntó M-Bot.
Yo no era una persona demasiado tímida, pero su voz me hizo enrojecer. No estaba acostumbrada a que me hablaran dentro del limpiador.
—Estoy bien —dije cuando la máquina terminó con la cara—. Me gusta cómo hablas. Es distinto. Interesante.
—No he inventado al ASCOH para hacerte sentir mal —dijo él—. Es solo que… necesitaba una explicación. De por qué dijiste cosas que no son ciertas.
—¿De verdad nunca habías oído hablar de las mentiras?
—No lo sé. Tal vez sí, y lo que pasa es que ha… desaparecido.
Sonaba frágil. ¿Cómo podía un caza estelar grandote y muy blindado sonar frágil?
—Eres la única fuente de información que tengo —dijo M-Bot—. Si me dices cosas que no son ciertas, ¿qué puedo ingresar en mis bancos de memoria? Me arriesgo a retener datos falsos.
—Con ese riesgo vivimos todos, M-Bot —respondí—. No podemos saberlo todo, y parte de lo que creemos saber resultará ser falso.
—¿Y eso no te asusta?
—Pues claro que sí. Pero si te sirve de algo, intentaré no mentirte.
—Me sirve. Gracias.
Se quedó callado y pude relajarme y disfrutar de una limpieza extralarga y lujosa, durante la que imaginé situaciones en las que pilotaba a M-Bot hacia la batalla con los cañones atronando y salvaba a mi escuadrón de una muerte segura, como Juana de Arco a lomos de su leal corcel.
Fueron buenas ensoñaciones. Aunque mi corcel no parara de pedirme setas.