Capítulo - LXXIII

- A7858G23 –gritó el anciano-.

De inmediato, una placa metálica que al principio parecía invisible se movió hacia el interior de la pared derecha.

- ¿Qué demonios era eso?

- De veras te esperabas que iba a ser tan fácil. Mi querido Ryo, aquí dentro nada es lo que parece y si te equivocas, es posible que no puedas salir con vida.

- G5893J22.

Otra placa metálica se apartó y otro túnel se iluminó. Enseguida se dieron cuenta que se encontraban dentro de un complejo sistema de túneles con compuertas que imitaban a los espejos y que en cualquier momento podían desorientarse y toparse con una inamovible pared o caminar en círculos sin que jamás pudieran darse cuenta. Según gritaba las claves de acceso, el anciano accionaba la siguiente compuerta y el pasillo que existía entre ellas, se desplazaba sigilosamente flotando sobre un sistema de gomas hidráulicas para que quien osase entrar sin permiso, tuviera la sensación de que se encontraba en una galería de túneles que únicamente se dirigían hacia su objetivo. Pero no era así. De la misma forma que un pulpo mueve sus tentáculos, todos los pasillos se desplazaban y todas las compuertas se preparaban para la siguiente instrucción. No tenían que abrir una compleja cerradura de una caja fuerte, porque ya se encontraban dentro de ella.

- H8830L00.

Ahora prestaron un poco más de atención y notaron como el suelo tembló ligeramente bajo sus  pies. Era prácticamente imperceptible. Cuando se abrió la compuerta y se iluminó el siguiente túnel, le anciano insistió en que debían darse prisa porque ahora el tiempo también cobraba importancia; disponían exactamente de cuarenta segundos para atravesarlo y decir la siguiente contraseña que además, era la última.

- C4498R53.

Un ruidoso sistema de engranajes comenzó rodar y a silbar como si algo muy veloz estuviese levantando una carga muy pesada. Lentamente, la pesada compuerta de más de dos toneladas y de un grosor de cuarenta centímetros, comenzó a abrirse hacia la sala que protegía. 

- Bienvenidos al lugar más seguro de toda Irlanda, o al menos lo era hasta hace muy poco. Veamos si todo aún funciona correctamente.

Se acercó a un enorme monitor apagado e insertó una diminuta llave en una imperceptible cerradura, presionó un botón con forma de rombo y entonces, toda la sala se iluminó. Por las paredes colgaban espadas de todas las clases y escudos con relieves de leones, ciervos, torres, águilas y osos. Una gran alfombra circular, que emulaba un lago profundo con peces nadando aleatoriamente, cubría el frío suelo de mármol. En el centro de la sala, un pedestal con forma de estrella servía de apoyo a una gran bola de titanio que se parecía al planeta tierra, y en la parte superior, una apertura de forma piramidal enfatizaba la importancia de aquel lugar.

- Nos encontramos bajo el obelisco –dijo el anciano mientras trasteaba un teclado que salió de la pared bajo el monitor-.

Ryo estuvo a punto de tocar el extraño globo terráqueo pero vaciló. Se quedó mirando al anciano esperando su permiso y eso hizo que Hiro se sintiese orgulloso. La paciencia es una virtud, y las virtudes escasean hoy en día –solía decir Hiro-.

- Adelante. No disponemos de demasiado tiempo.

Ryo tocó el globo y los demás se colocaron a su alrededor para iniciar intuitivamente un ritual inexistente. Entonces Ryo acarició el frío metal y sintió como en su interior descansaba el calor de un amuleto con iridio. Increíble e indescriptible. En la parte inferior encontró un interruptor y lo pulsó; el globo comenzó a dar vueltas suavemente y con cada vuelta que daba los meridianos se contraían y con cada contracción, los paralelos se deshacían como si la fuerza giratoria estuviese condensándolos.

- ¡Electromagnetismo molecular! –exclamó Rajid- eso es imposible.

- Como bien puedes ver amigo mío, no lo es.

- Pero si no disponemos de la tecnología para manipular la materia a nivel molecular, y mucho menos para moldearla a nuestro antojo.

- Imagínate que pudieras contestar a todas las preguntas del universo. Ese es el verdadero poder de los amuletos, el único impedimento es que uno no dispone de los suficientes años de vida como para poder desvelarlos todos. Y llegado el momento, puede que prefieras vivir en la ignorancia ya que la verdad suele doler mucho más que la mentira.

Ryo sonrió y asintió con la cabeza. Apartó el metal que flotaba en forma de burbujas líquidas y consiguió ver por primera vez el Brazalete del Río. Al igual que los otros amuletos que ya había encontrado, se trataba de una verdadera obra de arte.

- No me lo puedo creer –susurró Ryo-.

*

En el exterior, la situación se caldeaba. Cuando los artificieros terminaron de colocar los explosivos, se apartaron súbitamente y aguardaron instrucciones. Utengue, el despiadado asesino, cogió el teléfono y se comunicó con Robert. Estamos preparados –dijo-. Recibió la orden de proseguir, pero justo en el momento en el que se disponía a ordenar destruir la caseta, un helicóptero de la policía sobrevoló su posición.

- Les habla la policía de Dublín –dijo un agente a través de un megáfono-. Estáis todos detenidos. Si os resistís, nos veremos obligados a abrir fuego.

El agente continuó repitiendo la misma orden durante unos segundos, aunque era imposible oír la respuesta de Utengue que se la susurraba al mercenario que se encontraba a su lado.

- Rendirnos, y un cuero. ¡Derríbale!

Una nueva granada salió como un demonio del lanzagranadas y empezó, igual que su hermana gemela, a dar vueltas dejando una estela de humo en espiral hasta que impactó con el helicóptero, convirtiéndolo en una bola de fuego gigante que se precipitaba hacia el suelo. Aprovechando la tesitura, dio la orden para explosionar la caseta y en unos segundos no quedaba nada. La tierra se estremeció, y el suelo de mármol quedó completamente destrozado, dejando un boquete que conducía directamente hacia los túneles.

- Ahora comienza el juego –musitó Utengue- ya entramos en la cuarta fase.

El juicio de los espejos. Las lágrimas de dios
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