Capítulo - XXXII

Los siete compañeros se reunieron alrededor de una fogata y admiraron la peineta de la reina guerrera. Por poco pierden la vida y quizás en el futuro, ese sería el precio a pagar. Se limitaron a comer lo que Tom había preparado y a pasarse una botella de whiskey después de cada trago. Muy pronto la luna se iluminaría por completo y les indicaría los pasos a seguir. Ninguno conocía su siguiente destino. Demasiados reyes y demasiadas princesas, infinidad de imperios y monumentos repletos de gloria y sangre. Y todo eso, sin contar los que aún no fueron descubiertos por el hombre y que aguardaban pacientemente a ser despertados por un pico y una pala.

La estrellada noche se asemejaba a una obra maestra de luces blancas, entremezcladas con tonos oscuros y estelas de color rojizo. La tierra bajo sus pies empezó a cuajarse transformándose en roca de nuevo; lentamente pero extraordinariamente deprisa. Los manantiales de agua fresca que emanaban de la nada, volvieron a surgir por arte de magia y los tréboles que antes ocupaban la gran superficie, primero brotaron, luego se estiraron y finalmente curaron el lacerado paisaje. A la vista de todos, lo ocurrido sólo podía describirse como un milagro.

- Lo que acabamos de presenciar, es una muestra de lo importante que es nuestra tarea –susurró Hiro-. Está por encima de nosotros y por encima de todo a lo que podamos aspirar.

Los seis restantes dijeron que sí, uno por uno, mientras alargaban la mano hacia el centro de un círculo imaginario, como si de un juramento secreto se tratase. Hasta la muerte –afirmaron todos a la vez-. La luna que lentamente se estaba completando actuó como testigo y el manto de estrellas sobre sus cabezas, también.

- Debemos prepararnos para el juicio de los espejos –dijo Ryo-.

- ¿Y dónde quieres que lo hagamos? –preguntó Selma-.

- Pues aquí mismo. Sobre la tumba de Gengis Kan.

- Buena idea – añadió Rajid- si tenemos en cuenta que las pirámides actúan como un canalizador de la energía cósmica, y habiendo agua en abundancia, considero la elección como la más apropiada.

Alejandro e Hiro levantaron los hombros y el resto asintió con la cabeza. La decisión ya estaba tomada.

- Ahora debemos planear nuestro siguiente movimiento.

- ¿A qué te refieres Ryo? Sin las indicaciones de los amuletos aún no sabemos a dónde tenemos que dirigirnos –comentó Eva-.

- Cierto. Pero sí sabemos qué medios utilizaremos para llegar al lugar indicado.

- ¡Pues claro! Cogeremos el avión.

- A ese punto quería llegar.

Eva apretó los labios y arqueó una ceja, Alejandro no entendía lo que Ryo pretendía explicar, Tom esperaba sin gesticular y con los brazos cruzados, Selma sonreía como si entendiera perfectamente a dónde quería llegar y Rajid junto a Hiro ladearon ligeramente la cabeza.

- Veréis –se explicó Ryo- al igual que nosotros damos por hecho de que utilizaremos el avión como medio de transporte, nuestros enemigos habrán pensado lo mismo. Así que, cuando sepamos a dónde tenemos que ir fingiremos que subimos al avión y nos dirigiremos hacia un destino completamente diferente.

- Y no nos olvidemos de la gran ventaja que tenemos –añadió Hiro-. Por lo que nos habéis contado, es muy probable que a vosotros tres os hayan dado por muertos y será mejor que lo sigan creyendo.

Ryo asintió.

- Es cierto. ¡Rajid!

- Dime Ryo.

- Quiero que te encargues de todo. Documentación falsa, suministros en cualquier parte del mundo, diferentes tipos de transporte sea cuál sea el origen y el destino, y sobre todo…

- ¿Sí?

- …quiero discreción y si alguien nos rastrea que piense que nos dirigimos hacia otro lado.

Rajid abrió su portátil y lo conectó con el resto de instrumentos.

- No hay problema. Ahora mismo me pongo a ello.

- Bien. No sé por qué, pero a pesar de que nuestro oponente posee un amuleto, no es capaz de aprovechar al máximo su potencial y nos necesita – aclaró Ryo- así que propongo que debemos ponérselo aún más difícil.

El juicio de los espejos. Las lágrimas de dios
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