Capítulo - XXIV

Gan el gorila hizo varias llamadas a contactos y conocidos suyos, y consiguió reunir a treinta y tres obreros de los cuales los clasificaron por: doce excavadores, tres holgazanes, diez muchachos para la recolección y los recados, dos operarios de maquinaria que no tenían, un mecánico y cinco aprendices de cualquier cosa.  Cuando realizó una llamada a su banco y se cercioró que Ryo le había transferido la mitad de lo prometido, enseguida se puso manos a la obra. Si lo prefieren, les digo que empiecen a cavar con las manos –decía irónicamente mientras Hiro no paraba de mirar hacia el cielo-.

Cavar con las manos resultaría una tarea imposible, puesto que se trataba de un terreno más rocoso que el de la excavación principal. Apartada de las carreteras principales y hasta de las secundarias, nadie podría jamás imaginarse que bajo lo que a primera vista aparentaba ser roca sólida, se encontraba una pirámide de gran tamaño, y sencillamente fuera de lugar. Una especie de tréboles crecía por toda la superficie de la quebrantada roca y desde sus inaudibles fisuras, nacían pequeñas fuentes de agua que actuaban a modo de riego por goteo. La ocultada tumba del señor de la muerte, acogía los brotes de vida que aparecía en su contorno, manteniéndolos a salvo de los indeseables… hasta ahora.

Rajid montó su pequeño centro de operaciones, con su generador de energía, antena parabólica, y neverita con café helado, y no dejaba de teclear números y símbolos en un programa extraño que acababa de diseñar. En otra pantalla consultaba mapas y coordenadas con la intención de combinar ambas aplicaciones y obtener una imagen tridimensional del subsuelo.

Ring, ring… ring, ring…

Alejandro contestó el teléfono, asintió dos veces y llamó a Ryo para que atendiera la llamada. Después se concentró de nuevo en el trabajo de Rajid.

- ¿Quién es?

- Hola Ryo ¿cómo va todo?

- Veo que ya has recibido mi email viejo chupóptero.

El abogado gruñó disgustado.

- ¿Me puedes explicar qué es lo que estáis haciendo con el satélite de la empresa? Ya sé que lo utilizáis de enlace, y no me meto en vuestras cosas pero, esta vez lo habéis desviado por completo y los directivos y accionistas están preocupados. No saben lo que está sucediendo y yo no pienso contárselo.

- Resulta que el satélite más cercano era el de la CIA y tras un minuto de deliberaciones, decidimos usar el nuestro –contestó Ryo-. Ya sabes, como precaución.

- Únicamente te pido que no juguéis con el satélite nada más. Por lo del dinero, mejor ni hablamos aunque, por si te interesa, ya hemos recuperado todo lo que has gastado.

- ¡Bien! Pues vuelta a empezar.

- No sé para qué me molesto. Bueno, tened cuidado.

No quería mostrarlo pero Ryo se sintió algo culpable. Conocía la importancia de su cometido pero debía manejar el dinero con más cautela, al fin y al cabo, desconocía por completo lo que duraría la expedición.

- ¡Ya lo tengo! –gritó Rajid-. He tardado un poco en montar las imágenes para crear el mapa tridimensional pero al final lo he logrado.

El dispositivo experimental con el que habían equipado al satélite para realizar exploraciones de subsuelo funcionaba de maravilla. La idea era utilizarlo en prospecciones mineras, análisis del suelo donde se construirían rascacielos, espiar a la competencia y cualquier cosa que la junta directiva desease. La tecnología del telescopio Hubble parecía obsoleta frente a esta maravilla de la ingeniería terrestre. La calidad se calificaba como supradigital, un nuevo concepto que casi nadie conocía. El orgullo de las empresas Nagato.

- Según las mediciones, estamos hablando de una pirámide de casi quince metros de altura, dividida en tres pisos. Como podéis ver, la mayor sala se encuentra en el fondo, que es donde se supone que se encuentran los restos de Gengis Kan.

- Cuando escavemos hasta alcanzar la punta –interrumpió Selma- colocaré unos explosivos y abriré un boquete para que podamos entrar.

Hiro cogió a Ryo del hombro y negó con la cabeza.

- Me temo que esa opción la dejaremos como último recurso –indicó Ryo-. Lo haremos por las buenas. Según creamos conveniente, escogeremos una parte de la estructura, la apuntalaremos, y abriremos un boquete si dañar nada. Cuando acabemos lo colocaremos todo en su sitio y nos marcharemos.

Todos parecían estar de acuerdo.

- Sigo teniendo un pequeño problema –dijo Gan-. Mis hombres no pueden cavar con las manos.

- Eso ya está solucionado –aseveró Hiro-.

Alejandro cogió la radio y empezó a dar instrucciones al piloto del Hércules C-130 que se divisaba a lo lejos. Tom cogió un par de granadas de humo amarillo y las lanzó a unos metros de donde habían montado las tiendas de campaña. El avión se zarandeó de izquierda a derecha un par de veces, indicando que el rumbo a seguir era el correcto y que pronto cumpliría con la misión asignada. De pronto, la enorme ballena flotante empezó a soltar las enormes cajas de madera, y unos triples paracaídas de color verde militar se abrían de golpe aminorando la caída.

- ¿Qué demonios es eso? –preguntó Gan-.

- Hay tienes tus herramientas –contestó Hiro-.

Tres máquinas excavadoras tipo Bobcat recién sacadas de fábrica, junto con un compresor de aire, cinco martillos neumáticos, picos, palas y todo lo necesario para avanzar lo más rápido posible, ocupaban el territorio de los tréboles, que temblaban a causa de la suave brisa proveniente del oeste y porque sabían que pronto serían arrancadas de raíz. El peludo capataz repartió el contenido de las cajas a su antojo y aguardaba la orden de Ryo para empezar. La emoción era tan fuerte, que Selma no se daba cuenta de la forma que los jóvenes le miraban el escote cuando se agachaba para tocar el suelo.

- ¡Empecemos!

La roca absorbía los golpes como si no quisiera ceder ante la brutal agresión. Nada más empezar, tuvieron que cambiar tres puntas a los martillos neumáticos que se doblaron como mantequilla ante la ferocidad del muro natural. Las Bobcat permanecían expectantes hasta encontrar el camino allanado por las perforadoras y acabar con los escombros que dejaban tras de sí. Tres metros de roca se interponía entre ellos y el pico de la pirámide. Tres metros, que al parecer les daría trabajo como si se tratase de treinta.

El juicio de los espejos. Las lágrimas de dios
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