Capítulo - LII

- Capitán, tenemos nuevas órdenes.

- Déjeme ver.

La última vez que unas órdenes especiales interrumpieron la rutina a bordo del Smirna, era para que unos extraños pasajeros fuesen transportados clandestinamente desde una playa cerca de la ciudad de Sharm el Sheikh, en el Mar Rojo, hasta la isla griega de Lesbos. El malhumorado capitán nunca cuestionaba las órdenes de sus superiores, aunque sabía muy bien que ni se trataba de una misión oficial, ni iba a arriesgar la vida de su tripulación junto con la suya por un asunto patriótico. El moderno submarino ejercería de taxi, y de los caros. Tras dejar lo que llamaron “Paquete” en aguas griegas, jamás se esperarían que el educado tartamudo y su silencioso acompañante de ojos alquitranados, se harían pasar por un par de pastores y que pasearían el ganado ajeno por territorio turco. Luego dicen que las cosas van mal –le dijo el capitán a su primer oficial-. Él asintió con la cabeza y se fijó en como su superior se marchaba refunfuñando.

- ¡El segundo tiene el mando! –anunció un suboficial-.

Kóstantin ojeó las nuevas órdenes y no se percató de nada extraño; ni siquiera vio que estaban codificadas con un sistema que apenas se utilizaba, pero los de arriba eran los que sabían lo que se hacían y en la armada no había discusiones. A causa del continuo tira y afloja con la armada griega, se transmitían innumerables órdenes que más tarde, se anulaban, se reenviaban en código antiguo, se volvían a enviar y vuelta a empezar. La frase “Demasiados tontos ocupan un despacho mientras nosotros nos jugamos la piel aquí abajo” aparecía demasiado a menudo en boca del capitán. Eso sí, siempre cuando se encontraban solos y en confianza.

Abandonad el área que estáis patrullando y acercaros a las aguas nacionales griegas, sin llegar a invadirlas. Ellos están realizando maniobras y deben actuar sigilosamente, monitorizando sus acciones submarinas y recopilando toda la información que os sea posible. Es fundamental que paséis desapercibidos. Buena suerte.

El segundo de abordo recordó la infinidad de veces que se habían cruzado con uno de los submarinos griegos o cuando un destructor les persiguió durante cuatro largas horas. En el mar Egeo esa clase de situaciones se daba con demasiada frecuencia. En las noticias únicamente contaban una centésima parte de lo que realmente sucedía. Sólo cuando los políticos de ambos bandos querían cubrir una de sus pifias, entonces se “filtraba” información referente a un avión derribado, una lancha encallada, un soldado herido o un submarino perdido.

A ochocientos metros de profundidad, manteniendo una velocidad de veinte nudos por hora y con el casco de la nave aullando cada vez que una fuerte corriente de agua intentaba aplastarlo, la tripulación del Smirna aguardaba con paciencia las instrucciones de su oficial al mando. 

- Un nuevo mensaje desde el centro de mando –informó el oficial de comunicaciones-.

Kóstantin se quedó perplejo al leer lo que ponía el comunicado y alzó la mirada.

- Que el capitán acuda al puente de inmediato.

Minutos más tarde, el capitán se rascó la cabeza y encogió los hombros.

- No entiendo a los burócratas. ¡Me van a volver loco!

- ¿Qué hacemos ahora? –preguntó Kóstantin-.

- Obedecer… como siempre…

Ambos hombres permanecieron en silencio durante unos segundos y se miraron a los ojos simultáneamente.

- ¡Alerta! ¡Todo el mundo a sus puestos de combate!

El primer oficial propinó ese contundente grito y continuó.

- ¡No es un simulacro! Repito… ¡No es un simulacro!

En voz baja se dirigió al capitán.

- El asunto me huele mal.

- A mí tampoco me gusta. Esperemos que no sea nada grave –contestó él-.

- Si el objetivo es la isla de Chíos, me temo que no tendremos tanta suerte.

En la sala de misiles, el alborotado personal calibraba las cabezas de perforación y destrucción, y tomaba lecturas, una y otra vez, para cerciorarse que todo funcionaba a la perfección. De las ocho lanzaderas que disponía el Smirna, las cuatro primeras contenían misiles nucleares de largo alcance, y las cuatro últimas misiles contra estructuras defensivas. No causaban los mismos estragos que los primeros pero resultaban muy mortíferos y devastadores. Poco antes de alcanzar su objetivo, la cabeza principal se dividía en una decena de cabezas más pequeñas, que a su vez se subdividía en otras diez. El resultado era una lluvia de cabezas huecas que penetraban estructuras, cortaban el hormigón, desbriznaban el acero, y explotaban en el interior de cualquier cosa sólida que cualquiera se pudiera imaginar. No eran la clase de armas que se utilizaban en una acción de agresión persuasiva y por ello los oficiales del submarino estaban preocupados.

- ¿Ha llegado alguna contraorden? –preguntó el capitán-.

Kóstantin negó con la cabeza y se secó el sudor de la frente. El resto del personal que trabajaba en la sala de mando también sudaba sin parar. Conforme emergían para alcanzar profundidad de lanzamiento, todos se preguntaban si realmente se había iniciado una guerra con Grecia. Al fin y al cabo, cuando se juega constantemente al gato y al ratón, al final alguno de los dos se tiene que morder la cola. Pensaron en sus familias y en lo que dejaron atrás cuando embarcaron. Los recuerdos felices se turbaban con cada gesto del capitán que parecía tenerlo todo bajo control; aunque en realidad, él también sentía náuseas y una insoportable impotencia al no saber si lo que estaba a punto de hacer era lo correcto o no.

- Profundidad de lanzamiento –informó el Contramaestre medio mascando las palabras-.

Los constantes intentos del Capitán de buscar la mirada de Kóstantin para que le impidiera el lanzamiento de los misiles, no servía de mucho. No llegaba ninguna contraorden, nadie cuestionaba el buen juicio de su comandante y nadie se atrevía a enfrentarse a un consejo de guerra. Ni siquiera para evitar una guerra.

- ¡Lancen misiles del cinco al ocho!

La orden se repitió varias veces.

- Lancen misiles del cinco al ocho…

- Lancen misiles del cinco al ocho.

Del capitán al primer oficial, y del primer oficial al Contramaestre, quien ordenó al artillero efectuar el lanzamiento.

- Solicito el código de activación –gritó el artillero-.

El capitán se puso a su lado y empezó a dictarle el código.

- AHT7854LOUR23654

- ¡Confirmado! –dijo el primer oficial-.

- Lanzando misiles –informó el artillero-.

El juicio de los espejos. Las lágrimas de dios
titlepage.xhtml
part0000_split_000.html
part0000_split_001.html
part0000_split_002.html
part0000_split_003.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_007.html
part0000_split_008.html
part0000_split_009.html
part0000_split_010.html
part0000_split_011.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_015.html
part0000_split_016.html
part0000_split_017.html
part0000_split_018.html
part0000_split_019.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_023.html
part0000_split_024.html
part0000_split_025.html
part0000_split_026.html
part0000_split_027.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_031.html
part0000_split_032.html
part0000_split_033.html
part0000_split_034.html
part0000_split_035.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_038.html
part0000_split_039.html
part0000_split_040.html
part0000_split_041.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html
part0000_split_052.html
part0000_split_053.html
part0000_split_054.html
part0000_split_055.html
part0000_split_056.html
part0000_split_057.html
part0000_split_058.html
part0000_split_059.html
part0000_split_060.html
part0000_split_061.html
part0000_split_062.html
part0000_split_063.html
part0000_split_064.html
part0000_split_065.html
part0000_split_066.html
part0000_split_067.html
part0000_split_068.html
part0000_split_069.html
part0000_split_070.html
part0000_split_071.html
part0000_split_072.html
part0000_split_073.html
part0000_split_074.html
part0000_split_075.html
part0000_split_076.html
part0000_split_077.html
part0000_split_078.html
part0000_split_079.html
part0000_split_080.html
part0000_split_081.html