DIAPASÓN
Alguien definió la acústica como la parte de la física que estudia los sonidos... pero Samuel Beckett nos dijo: «imaginación muerta imagina».
¡Suena, suena como el timbre viejo de un reloj amorfo que interrumpe el acto sexual de un matrimonio que se ama! Destruye, rompe con todo aquello que las manos no puedan sostener sin dejar de mantener el estado nítido de la piel... Quita de mi vista esos pensamientos que a modo de adornos culturales azotan mi cerebro al compás de masturbaciones de loco... ¡Llévatelo todo...!
Mi mente temblaba como un junco blandido con violencia... Hay demasiadas horas... son tantas que mis días se componen de 34 x 60 = 2.040 minutos, 122.400 segundos... de los cuales... Ya no sé cuáles se consumen inútilmente y cuáles se clavan en mí como una chincheta... Pero también hay por todas partes un poco de amor...
Cuando los árboles besan las ondas sonoras de las voces infantiles... y hay un cielo que escribe con tinta azul grandes ilusiones... se oyen palabras que editan humor y todas reciben una sonrisa... Me convierto en un horóscopo lleno de signos abotargados de esperanza. Entonces, ¡cuánto me gusta vivir!
—Óigame.
—¡Diga!
—Sí... sí, sí...
—¿A qué hora?
—No puedo, si te vale un sábado... Ando muy ocupado, no creas que es una disculpa.
—No te preocupes, otro día nos veremos.
—No, no puedo salir esta tarde...
No... no... puedo... salir... esta... tarde...
A veces vibro como un teléfono y dentro de mí se repite lo esencial: mis negativas a perder el tiempo para más adelante perder todo el tiempo que quiera: es la fórmula de trabajar mucho para no volver a trabajar más... Pero mi cabeza cimbrea como un diapasón que bota sobre sonido.
—Pronto terminaré el organigrama...
Rayas y números. ¿Sirven para algo...? Bueno, las utilizarán otros robots de oficina para elaborar informes de informes que derivarán en nuevos informes... Tal vez este sistema se quiso eliminar a sí mismo autocreando la «informática»... Hasta cierto punto resulta estúpido, tendremos que trabajar para las máquinas en vez de las máquinas para nosotros. Es muy posible que en un futuro próximo seamos esclavos, pero tendremos la cabeza limpia... Ya he hablado un poquito de mis puntos de vista. He soltado unas cuantas partículas de mi ser para que vosotros, los diapasones, podáis criticar al narrador antes que a la narración...
No sé si era un científico, un filósofo... un teólogo... un ólogo... ólogo o ¡un majareta! Se armaba de bolígrafo, papel y diapasón, hacía vibrar a este último y escribía con excesiva prisa frasecillas...:
—Las enfermedades son lo único que los ricos no quieren comprar para ellos mismos.
—El amor es un negocio que nos hace trabajar mucho...
—La razón es una fuerza vencida muchas veces por la burocracia.
Cuando el diapasón dejaba de pronunciar convulsiones, este hombre, a base de pliegues, convertía el papel que había llenado en una pajarita y lo tiraba por la ventana.
Al principio me pareció que se trataba de una manía humana, de un tubo de escape para un cerebro que funciona, como la inmensa mayoría, con la gasolina de la monotonía, pero no tuve más remedio que descartar mi idea cuando me dijo, lisamente, con su acostumbrada serenidad:
—Tengo que practicar más, hasta que mi cerebro logre fluir una idea por vibración. Este método parece ridículo, pero el sonido compite de tal manera con la mente que uno de los dos factores ha de vencer; hasta ahora, desgraciadamente, gana el cerebro: no consigo más que producir un uno por ciento de ideas... Algunas las apunto y después las tiro...
—Pero —dije intrigadísimo—, ¿qué pretende conseguir con eso?
—Llegar a un aumento de mi mentalidad por el esfuerzo.
—¡No lo entiendo!
—¡Se lo estoy explicando de forma sencillísima! Mire, la mente humana es de una elasticidad sorprendente, pero necesita algo que la azote para que se queje con ideas, ¿lo comprende?
—¡No!
No quise discutir, sería meterse en lo absurdo para ser interrogado por lo absurdo... De manera que me limité a observarle día a día:
Día a, hora b: viste siempre de la misma forma, la corbata tiene ya brillos de suciedad.
Día b, hora c: Aparece siempre impecablemente peinado y afeitado...
Día c, hora d: no fuma más que cuando se le ofrece un cigarrillo...
Día d, hora f: ¡ya me he cansado de preocuparme por ese individuo, que haga lo que quiera!
Paseando encontré una pajarita de papel blanco con algunos signos grafológicos de tinta negra: rápidamente la desdoblé, pese a ser la letra pequeña y muy apretada, leí: «la cultura es un modo de olvidar que nunca podremos saber cuanto queremos». «El mundo es una bola, por eso a los políticos les gusta jugar a las canicas». «El sexo es una caja en la que se pretende guardar a todos los pecados del mundo...»
El resto no me entretuve en leerlo porque me entró... Ja, ja... me entró... ja, ja, ja... Jo, jó, ¡la risa...!
¿Que dónde conocí a ese hombre? ¡Mirándome al espejo! Schss, ¡tengan cuidado al afeitarse por las mañanas!