IV
De día en día el número de Chupópteros crecía. Nadie sabía de dónde llegaban. Cada vez estaban mayores. Cada mes sus muros cercantes subían de altura. Y, de pronto, la gente trabajadora se puso como tonta. Comenzaron incluso a morirse muchos en el camastro... era como una plaga.
Hasta que un día un hombre soltó su pala y gritó que estaba harto. Otro, al oírle, puso ojos maliciosos y se retiró. Deslizándose como una rata entró en una de las casas grandes. En seguida un gran auto negro salió rugiendo de las grandes murallas hacia el trabajador que había tirado su pala al suelo. Varios le habían imitado y atendían a sus palabras llenas de calor. El auto aceleró e irrumpió entre los reunidos. El grupo se dispersó como pudo. Dos enormes Chupópteros de negro uniforme y casco de titanio, saltaron del auto y veloces corrieron contra el hombre que había hablado demasiado. Le golpearon con brutalidad y se lo llevaron a rastras. A empellones fue metido en el interior del vehículo que de inmediato partió ululando, mientras los Chupópteros golpeaban y golpeaban el flacucho cuerpo del prisionero...