VI
Había muchas preguntas que hacerse todavía respecto a Milton. Después de todo, tan sólo conocían una pequeña fracción de la superficie del planeta. La ciudad y los alrededores de la zona cercana a donde había sido establecida la colonia base que servía de cuartel general a los mandos de las patrullas de exploración era algo bastante conocido y, sin embargo, misterioso. ¿Qué no pasaría en las zonas del resto de Milton, por las que cientos de colonos se habían aventurado?
Neilson había vuelto con una patrulla a la ciudad abandonada con objeto de estudiar las esferas descubiertas por Cambell. Pero no habían visto nada, excepto una especie de tejido viscoso gris, blanco y rosado, semitransparente, que estaba abajo, entre dos plantas estructurales de algunos bloques. En total nueve «cosas» de aquellas. Tomaron fragmentos de las nueve y las depositaron en unos estuches para llevarlas a la base. Por lo demás, todo seguía lo mismo. Algo después del mediodía de Milton ya estaban en la base. Después de asearse, Neilson se cercioró de que sus instrucciones habían sido cumplidas por parte de sus ayudantes y tras presentarse al comandante de la base se fue a visitar a Cambell.
El apartamento de Cambell era como una especie de bungalow dentro del complejo de naves y más naves que formaban la fortaleza. Cuando llegó al apartamento, Neilson apreció había sido abandonado precipitadamente por el profesor Cambell.
Se alejó de allí, dirigiéndose directamente al despacho, sospechando encontraría novedades.
Y allí estaba Cambell, en plena discusión con los especialistas jefes de computadoras. Habían decidido meter en la computadora Vmm3, que era la cosa más perfecta que había podido fabricar la tecnología humana, la serie completa de datos disponibles y las contestaciones de las demás computadoras. Podía esperarse algún resumen espectacular. Y este resumen se había producido.
Análisis Vmm3: Tres especímenes en pleno antagonismo. Primero uno llamado ooz, de enorme capacidad de movimiento en el espacio atmosférico. Actúa como unidades eléctricas autónomas, aislado y en masa. Segundo, los que buscan la salida definitiva. Son invasores no agresivos. Desean encontrar velocidad de escape y tratan de apoyarse en el ooz cuando en masa esté a plena carga para depositarse a cierta distancia de la superficie y allí ser captada por los poderes matrices de su raza. Existen varias unidades estrellas ocupadas por esta civilización. Han empleado el lenguaje hablado para evitar se anulase cualquier posibilidad latente en los individuos de primera edad nacidos en Millón y, por consiguiente, con memoria no exteriorizada. Grado intelectual sobre base uno, igual a cinco, siete, con error admisible hasta un cinco por ciento a falta de datos específicos. Tercero, los que llegan del exterior y son temidos por el ooz y rechazados por los que se van o quieren irse, de civilización tipo uno coma uno, están en período de colonización: hombres.
Últimos datos introducidos en análisis defectuosos. Falta valor energía. Stop.
—¡¡Ratsbonne!! —gritó encolerizado el profesor Cambell, siendo observado con sorpresa por algunos de los matemáticos allí concentrados.
—¿Ocurre algo, profesor? —preguntó uno de los jefes de equipo encargado de la Vmm3.
—¿Que si ocurre? Este Ratsbonne lo sabía antes que su estúpida Vmm3 —contestó más irritado, si cabe, el profesor Cambell.
—No puede ser, profesor —opuso el jefe de equipo.
—¿Por qué no puede ser? —preguntó mordiente el profesor Cambell.
—Este cerebro dispone de un núcleo que se mantiene en un vacío cuya temperatura se mantiene en el más severo cero absoluto. La memoria está situada en este mismo núcleo circundada por miles y miles de dispositivos continuos de helio líquido. ¿Quiere más explicaciones? Este cerebro no puede fallar. Mantiene en pleno funcionamiento cinco mil quinientos millones de circuitos de doble salida, equivalentes a células cerebrales, mucho más perfectos que muchos cerebros humanos de tipo medio, puesto que en éstos una gran superficie activa en potencia permanece anquilosada en el concéntrico basal. ¿Quiere más explicaciones? Se las podría dar —El jefe de equipo era doctor en Exactas, de modo que parecía tener alguna razón, motivo más bien, para haberse indignado con el profesor Cambell.
—Escúcheme —dijo Cambell—. Todo esto me parece muy bien; pero esta magnífica Vmm3 carece de imaginación, que es, en definitiva, lo que excita las células cerebrales y las pone en actividad; y cuanto más imaginación tenga una persona, más actividad existirá en sus malditas células cerebrales. ¿Entendido? Su cerebro electrónico duerme. Y el de este... bueno, el de este Ratsbonne no descansa jamás. De ahí la notable diferencia en número de células activas.
Y el tal Ratsbonne, con la cabeza inclinada, asistía a aquella bronca como preparándose para expiar una falta.
La entrada de Neilson puso un poco de paz en el ambiente y calma en los ánimos. Y entonces fue cuando Cambell descubrió a Ratsbonne.
—Hola, Neilson. ¿Qué le dije yo sobre este chico? ¡Ratsbonne! Usted sabía todo esto de alguna manera —y se le quedó mirando de una manera más bien cariñosa.
—En cierto modo, señor —contestó el muchacho—. He pensado que los llamados nativos estaban evacuando Milton. Pocas colonias de ellos se veían ya. También sé que emiten con un potencial de un billón de kilovatios. Su energía es portentosa. No nos han destruido porque no han querido, señor.
—¿Es esto una broma? Le cuesta la libertad para toda la vida —estalló Cambell—. Le encierro en una casa de salud y de allí no sale.
—No será preciso, señor —dijo sumiso Ratsbonne—. El Vmm3 tiene razón. El grado intelectual de estos individuos es muy alto: pertenecen a un tipo de civilización seis coma siete. Estoy por afirmar que son los que han emitido desde CTA-21 o CTA-102 en diferentes ocasiones que se captaron en Tierra con una radioenergía de 900 megaciclos.
—¿Qué le parece, Mendel? —se dirigió Cambell al jefe de equipo—. Esto es lo que necesita la humanidad. Elementos preocupados.
—Esto nos afirmaría en la creencia de que una civilización superior como ésta mantendría una energía del orden de millones de billones, al extenderse en una galaxia con todo su potencial. Puede ocurrir que los elementos de esta colonia hayan olvidado la energía de salida y estén esperando la captación de una energía matriz.
—Exacto, señor Neilson —aclaró Ratsbonne—. Por esto necesitan situarse fuera de la influencia atmosférica y de masa de Milton. Entonces serían captados. Si han podido convencer de alguna manera a los ooz, éstos les pondrían allá arriba y ya estarían a salvo.
—A salvo de nosotros —dijo Cambell—. Tiene gracia...
—En efecto, señor. Nosotros no tenemos canalizado nuestro poder. A veces podemos causar malestar o daño inconscientemente.
—Vamos a mi despacho, señores —invitó a Neilson y Mendel y también a Ratsbonne—. Pasa, hijo. Vamos a aclarar algunos conceptos. Puede ser que hayamos encontrado en Milton algo más interesante que una civilización perdida.
—Gracias, señor.
Tomaron asiento y los cuatro hombres se dispusieron a mantener un cambio de impresiones. Cambell tenía entre sus manos el resultado del análisis de la Vmm3.
—Según sus opiniones, Ratsbonne, no podemos permanecer próximos a ciertas civilizaciones que, por otra parte, son enormemente potentes. Y esto no lo ha dicho usted. La Vmm3 nos dice que su potencial energético es de tipo seis coma siete, lo que quiere decir que se trata de una supercivilización.
—Así es, señor —dijo Ratsbonne—. Pero esto me da la idea de que su potencial está supeditado a una regla de conducta muy correcta. No puedo olvidar que, si hubieran querido, los que hay aquí podrían habernos aniquilado.
—Empiezo a creerlo —dijo Cambell—. ¿Qué piensan ustedes, señores?
—Yo admito todo cuanto dice Ratsbonne. Pero tengo una duda. Si este chico me la aclara, lo tendremos todo.
—Me alegro de que respire de esta forma, Neilson —dijo Cambell—. Esto nos permitiría emprender un programa de investigaciones que no se lo esperan en la Tierra. ¿Usted, Mendel?
—Estoy a sus órdenes. Mi campo no es la investigación, de modo que me limitaré a hacer funcionar mi máquina que, al parecer, va a necesitar pronto una docena de millones de células. No habrá, a este paso, suficiente óxido de germanio para reponer.
—Ratsbonne —dijo Neilson—. ¿Puede decirme algo respecto a las esferas que descubrió el profesor Cambell en los bloques de la ciudad? Le he visto entrar en el laboratorio de biología... ¿Puede?
—Bueno, señor Neilson, yo no he dicho nada a nadie; pero por lo que vi, estos tejidos pertenecen a una bolsa embrionaria. Es decir, creo que estas esferas son placentas de cientos o tal vez miles de ooz. Es una placenta de motivación múltiple. Como una incubadora capacitada para una maternidad múltiple y, por tanto, para una creación, a partir de su fecundación, de una multitud de seres.
—¡Fabuloso, Cambell! —manifestó Neilson—. Tengo que darle toda la razón. Esto es lo que yo había pensado; pero jamás suponiendo pudiera explanarse una teoría tan clara y aún evidente. Le felicito, Ratsbonne, de veras.
—¿Qué estudios tiene realizados, Ratsbonne?
—Soy licenciado en Ciencias Físicas y Químicas por la Universidad de Caracas. Mi padre quería que me especializara en Biosíntesis. Pero me suspendieron en dos selecciones seguidas. Me conformé con especializarme en electrónica y física de temperaturas. Por eso estoy aquí con el señor Mendel. Y me alegro, señor.
—Gracias, muchacho —dijo el profesor Cambell—. No dejes de estudiar lo que quieras. No lo dejes aunque te maten.