I

Ander y Merk, exploradores galácticos, desembarcaron en aquel planeta, con muy pocas esperanzas de encontrar vida en él. Todos los informes eran desfavorables: atmósfera excesivamente densa, predominio de glaciares, clima variable... Pero habían recibido órdenes y tenían que cumplirlas. Estaban ya muy lejos los tiempos de los cortos vuelos espaciales, el primero de ellos se había iniciado por medio de cápsulas hacia el satélite, el único satélite que poseía su planeta, y en la actualidad las modernas astronaves eran capaces de llegar hasta los puntos más alejados del Sistema.

Se enfundaron en sus trajes espaciales y establecieron comunicación interfónica:

—¿Qué esperas encontrar aquí, Ander?

—No gran cosa, Merk... Este parece ser un mundo todavía en formación. No creo que exista vida inteligente. Quizás algún tipo de primaria... líquenes y todo eso. Pero nada más.

—El Consejo Universal sabrá lo que hace —fue la filosófica respuesta—. En fin... vamos a ello.

Dejando la gran astronave inmóvil en órbita, ocuparon sus asientos en la navecilla de exploración. Atravesaron la gran capa de nubes y pronto se encontraron volando sobre la corteza terrestre del planeta.

—Desciende todo lo que puedas, Merk. Yo me ocuparé de tomar las imágenes...

Había vegetación. Y eso ya era algo... Rodearon el planeta y no distinguieron ni vestigio de la más rudimentaria civilización. Vieron, eso sí, extraños animales. El que más llamó su atención fue uno que caminaba apoyándose en sus cuatro extremidades. Un ser provisto de dos ojos, nariz... un remedo humano.

—¡Aquí hay algo! —se excitó Ander—. ¡Es un primate...! ¿Y sabes lo que eso significa? Que aunque con escasa inteligencia, posee alguna.

—Lo que quiere decir que cuando pasen miles o millones de años, este ser se habrá transformado... Nosotros también comenzamos así. Y fíjate al grado de civilización que hemos llegado.

—Por el momento, es poco menos que un simio —asintió Ander—. Baja un poco más. Quiero observarle mejor...

Cogió los «espacio-visuales» y aumentó la imagen hasta que pareció poder tocarla con sólo sacar la mano por la ventanilla de la nave exploratoria. El mono, o lo que fuese, echó a correr asustado, pero en una ocasión levantó la cabeza para contemplar el extraño monstruo que se cernía sobre él.

—Hay inteligencia en esos ojos, Merk...

—Entonces... ¿Te parece que regresemos? Los otros animales que hemos visto eran bestias...

Ya en la nave nodriza, el primer piloto Ander comenzó a escribir su informe: «Efectuada exploración. Entre todas las especies vivientes hemos encontrado una que parece dotada de cierta inteligencia. No difiere gran cosa de lo que fueron nuestros primeros antepasados... Suponemos que su transformación biológica-humana, será cuestión de tiempo. Quizás de millones de años... Pero se transformará».

El Consejo Mundial, a la vista del informe, emitió su veredicto. «Todas las especies con signos inteligentes deben ser respetadas. Por ello, recomendamos a nuestros descendientes no intervenir en el planeta estudiado, concediendo un margen de confianza a los seres descritos por nuestros exploradores Ander y Merk. Pasados unos millones de años, se encarga a las autoridades que entonces rijan nuestro mundo, efectúen nueva exploración. Si esa especie, como es de esperar, y tomando por ejemplo nuestra propia historia, se transforma en humana, estableceremos contacto con ellos, bien entendido que siempre desde el punto de vista de relaciones pacíficas y de buena voluntad.»