VI
La verdad es que no había imaginado el camino para escapar tan llano. No tropezó con ningún guardián más. Ningún Chupóptero le salió al paso a lo largo del interminable pasillo que hubo de recorrer antes de llegar a la gran nave principal donde una maquinaria compleja runruneaba con un tono felino y extraño. Nadie cuidaba de ella. Debía ser autónoma. El hombre experimentó un miedo instintivo y procuró escapar de su presencia lo más rápido posible. Por un momento le pareció que las luces parpadeantes de los paneles le miraban directamente. Echó a correr.
En el exterior apenas había luz, pues todas las urbanas estaban apagadas y una espesa colcha de nubes oscuras ocultaban a la luna llena. Un silencio que producía escalofríos invadía la noche. El hombre puso oído atento, pero sólo el runruneo amenazador de la máquina llegaba a sus tímpanos a pesar de que la había dejado muy atrás, muy abajo. Las vibraciones le producían un desconcertante efecto nervioso y una envolvente sensación de apatía y de sueño.
Materialmente pegado a las paredes y aprovechando las sombras más oscuras se alejó hacia el centro de la población reconstruida en forma improvisada y mísera. Le esperaba una gran sorpresa...