LXX

EURTRUDE

Señor, Ícaro está en la puerta. Quiere hablar con usted.

HUBERT

Ícaro. ¿Qué Ícaro? ¡Ah! ¿Ícaro? ¿Está aquí? Hágale entrar, pues, Ícaro aparece. Exhibe una actitud modesta.

HUBERT

¡Mi querido Ícaro! ¡Aquí está, pues! ¿Qué es de su vida? ¡Siéntese! Va a contarme todo.

ÍCARO (sentándose en el borde de una silla)

Sí, señor.

HUBERT

Le escucho, Ícaro. ¿Un partagás? ¿Un dedo de oporto?

ÍCARO (rechazando con un gesto)

Gracias, señor.

HUBERT

Adelante, querido. Le escucho.

ÍCARO

Señor Lubert, no he venido para contarle mis aventuras —ya las conocerá más tarde, si lo desea— sino para hacerle una propuesta.

HUBERT

Cada vez me interesa más.

ÍCARO

Una propuesta que comporta condiciones.

HUBERT

¿Condiciones? Vamos a ver: la cosa parece curiosa.

ÍCARO

Mire, si está dispuesto a recoger al mismo tiempo que a mí a una persona que me interesa muchísimo, entonces me reincorporaré a su obra de buen grado. Evidentemente el hecho mismo de la existencia de esta persona modificará sensiblemente la trama de su novela, porque no dispondrá ya del Sr. Maîtretout ni de la señorita Adélaïde que se han ido por su cuenta y han seguido al Sr. Corentin Durendal, el cual no tiene nuestro origen.

HUBERT

Lo sé. Viene de la casa de Surget.

ÍCARO

Quizás pueda prescindir de ellos dos.

HUBERT

Pues bien, mi pobre Ícaro, esto no me interesa en ningún sentido. ¡Qué quería! No iba a estar toda mi vida haciendo que los buscaran, menos cuando el mejor detective especializado en el género faltó a su compromiso y abandonó la profesión.

ÍCARO

Lo sé. Me lo encontré.

HUBERT (tras un momento de sorpresa)

No iba a meterme yo mismo en esta búsqueda, eso es evidente. No me iba a quedar de brazos cruzados esperándole como un tonto. No. He empezado otra obra que discurre según mis deseos, con personajes fieles, debo señalar. Así que, mi pobre Ícaro, comprenderá que su propuesta no me interesa.

ÍCARO (se levanta)

¿Seguro que no?

HUBERT

Seguro. Lo lamento, pero no tengo nada que hacer con su personaje.

ÍCARO

Lo que le decía, señor Lubert, era por usted. Porque yo por mi parte he encontrado mi vocación.

HUBERT (tendiéndole la mano)

¡Me alegro! Buena suerte, Ícaro.

ÍCARO

Gracias señor.

Falsa salida.

ÍCARO

No quiere que le deje mi dirección, por si acaso…

HUBERT

¡Désela a Eurtrude! ¡Désela a Eurtrude!

Sale Ícaro.

HUBERT

Su visita me ha emocionado de veras. En cuanto a su vocación, cuál puede ser, debería preguntárselo. Pero qué más da.

Vuelve a su trabajo.