XLVIII
HUBERT
Buenas noches, Eurtrude. ¿Alguna novedad?
EURTRUDE
Nada de nada, mi señor.
HUBERT
¿Ningún telegrama? ¿Ninguna tarjeta de visita con la punta doblada?
EURTRUDE
Ninguno y ninguna.
HUBERT
Muy bien, Eurtrude, prepáreme un dedito de oporto y algunas galletas que masticaré para reconfortarme. Después trabajaré un ratito.
Eurtrude obedece y Hubert hace lo que había dicho. Cuando ha mordisqueado algunas galletas, se sienta a su mesa de trabajo.
HUBERT
Sí, voy a proseguir con mi obra en curso. Ícaro está ausente, cierto, pero mientras espero su regreso he decidido retomar algunos de los personajes secundarios y dedicarles algunas páginas, que las merecen de acuerdo con mi plan. He aquí el resultado de los consejos del doctor Lajoie: son tan buenos que incluso los sigo; y por otra parte no dudo ni un instante de que Morcol encontrará a Ícaro en un plazo de tiempo muy corto. ¿Acaso no lo ha atrapado ya una vez? Bis repetita placent. También puede encontrarlo ahora. Profundizaré un poco más, pues, en el personaje de Maîtretout y perfilaré de manera más nítida el de su hija. Maîtretout, a pesar de su nombre, sólo sabe de poesía simbolista, aunque bien es cierto que ésta no carece de secretos: el color de las vocales, el sabor de las consonantes, las hipálages sutiles, toda una alquimia del verbo. Maîtretout es, por encima de todo, un Fausto moderno. Voy a hacerle decir algunas palabras.
Silencio.
HUBERT
¿Qué? ¿Qué oigo? ¡Nada! Maîtretout, Maîtretout ¿Dónde está? Nada de bromas ¿eh? ¿No habrá desaparecido usted también? No iba a dejar a su hija sola. ¿No es así, Adélaïde? ¿Qué? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto que no oigo? ¡Adélaïde! ¡No vas a desparecer tú también! ¡Adélaïde! ¡Señorita! ¡Ah! ¡La muy pícara! ¡Ha desaparecido con su papá!
Agita una campanilla.
EURTRUDE
¿Qué desea el señor?
HUBERT
Eurtrude ¿no ha visto a nadie salir de aquí?
EURTRUDE
A nadie, mi señor.
HUBERT
¿Ni entrar? ¿Los gendarmes, por ejemplo?
EURTRUDE
Nada de nada, mi buen señor, nada de nada.
HUBERT
Gendarmes, es cierto, qué hipótesis más absurda. ¡Eurtrude! Tráigame un dedo de oporto con el que masticaré algunas galletas, (solo) ¡Esto ya es grotesco! De todos modos, mis personajes no se van a largar así unos tras otros. ¿Qué me queda, de hecho? La morralla. ¿Voy a poder seguir ahora con esta chusma gris?