LXVIII
Morcol baja de su bicicleta y entra en la tienda de BA.
MORCOL
Señora, voy a hacer un viaje largo que me llevará cerca de la Riviera para respirar sus efluvios embalsamados y para ello he comprado una bicicleta y he aprendido a utilizarla. Ahora circulo de manera considerablemente conveniente. Sólo me falta el vestuario ad hoc, por lo que vengo a esta tienda a comprar un pantalón de ciclista y unas medias adherentes, así como también una gorra y otros ingredientes.
BA
Señor, lo lamento, pero sólo trabajamos para las señoras.
MORCOL
¡Qué pena! Pero, ahora que lo pienso, señora, ¿no nos hemos visto antes en alguna parte?
BA
¡Atiza!
MORCOL
Usted es aquella joven persona que…
BA
Se debe confundir…
MORCOL
Poco importa, por otra parte, porque…
ÍCARO (entrando)
(no presta atención a Morcol) ¡Estoy en el paro! ¡El Sr. Berrrier nos ha puesto a todos de patitas en la calle! Ícaro, me ha dicho…
BA
De qué estás hablando…
MORCOL
A usted también, señor, le reconozco… y ahora constato que tiene exactamente 1m 76 y que se llama Ícaro. En cuanto a mí, soy Morcol, ex detective privado. No teman, su suerte ya no me concierne, ya no me preocupo más que de la mía. Me retiro de estos asuntos y me voy en bicicleta hasta la Riviera a respirar los efluvios embalsamados de los limoneros y los naranjos. Así pues, señora ¿no tiene ningún pantalón de ciclista para caballero?
BA
No, señor. Lo lamento.
MORCOL
¡Bueno, pues adiós! ¡Señor Ícaro, así que al final lo hubiera encontrado! Qué consuelo para mi amor propio y qué satisfacción para mi vejez.