XLIX
SURGET (limpiándose la boca)
Querida, qué cena excelente has preparado. Ahora me voy a trabajar. Mi hombrecito me espera. El adulterio se ha consumado. Él lo descubre. Ya adivinas el resto: venga su honor pero ahí está la cosa, no honorablemente, de una manera distinguida, a tiros por ejemplo, sino brutalmente, con una crueldad espantosa.
SRA. SURGET
Qué alma oscura la tuya.
SURGET
Mi hombrecito matará a su mujer a cuchilladas. Hasta me pregunto si voy a hacer que la haga picadillo.
SRA. SURGET
¡Qué horror!
SURGET
Como en la leyenda de San Nicolás.
SRA. SURGET
¡En fin, si eso te alivia!
SURGET
Dame, mujer y esposa, un dedo de oporto y me pongo a trabajar.
Bebe su dedo de oporto y se sienta a su mesa de trabajo.
SURGET
Mi hombrecito, he olvidado decírselo a mi mujer y esposa, se llama Corentin Durendal, un nombre que me dio mucho trabajo encontrar. Durendal es evidentemente una alusión al acuchillamiento fatal y Corentin señala su origen bretón; nacido en Rodez, sus padres eran de Morbihan: ésas son las cosas que interesan a los lectores de novelas. Corentin Durendal, ese pacífico funcionario, se dispone a cometer un crimen, pero de momento, como tiene por costumbre, da de comer a los pajarillos cual perfecto Padre Eterno raciniano. Veo alrededor suyo todo ese pequeño mundo tan piante como alado, inocente y volátil, incapaz de sospechar ni por asomo que su pacífico padre nutricio va a cometer un crimen feroz. Así que veo a Corentin Du… pues no, no lo veo. Luego ¡no ha terminado de dar de comer a los pajarillos! A lo mejor ha cambiado de banco. No. Todos los bancos están vacíos, menos uno donde hay una pareja de enamorados.
LA PAREJA DE ENAMORADOS
Nos besamos porque nos han dicho que nos besemos.
SURGET
Estos deben ser de Jean.
Por lo demás, desaparecen: Jean los ha transportado al bosque de Vincennes.
SURGET
¡Nada de Corentin! ¡Nada de Durendal! ¡No es posible! ¡No, no es posible! No entiendo nada. Pero, pero, pero… el pacífico Corentin Durendal ¿no me habrá hecho la misma mala pasada que Ícaro a Lubert? ¡No salgo de mi asombro! ¡Corentine! ¡Corentine!
SRA. SURGET (acude)
¿Me llamabas, tesoro?
SURGET
Corentin Durendal, el héroe de mi novela, ese del que te acabo de hablar, el que debía matar a su mujer a cuchilladas, Corentin Durendal ¡ha desaparecido!
SRA. SURGET
¡Ah, qué Dios lo bendiga!
SURGET
Ya veo cómo compartes mi desdicha.
SRA. SURGET
Sí, tesoro, la comparto contigo, la comparto, pero también comprendo perfectamente que el Sr. Corentin Durendal se niegue a matar a su mujer. Encima a cuchilladas.
SURGET
¡Mi bastón! ¡Mi sombrero! ¡Voy corriendo a casa de Morcol! Él lo encontrará. No tengo otra opción ni mejor solución.
SRA. SURGET
De verdad, tesoro, basta con que no le hagas matar a su mujer para que el Sr. Corentin Durendal vuelva.
SURGET
¡No, no! Quiero que la mate. ¡Gracias por el bastón, gracias por el sombrero! ¡Me voy corriendo a casa de Morcol!