LIII
BA había montado su tienda en el número cinco de la calle Balidor. Empleó a tres vendedoras. El taller daba al patio; allí trabajaban dos pantaloneras, una calzadora y tres aprendices. Ya era, pues, una pequeña empresa que BA hacia funcionar a golpe de tambor: se la veía al mismo tiempo repicando y andando en la procesión, recibiendo a los clientes, haciendo los patrones, supervisando la fabricación. En resumen, la cosa tiraba. BA amasaba grandes cantidades de dinero hasta el punto de que hubiera podido mantener a Ícaro si él, por su parte, no ganase alguna pecunia convertido en alguien útil al lado del Sr. Berrrier.
BA se había incorporado al oficio de comerciante con tanta gracia que podía pensarse que lo llevaba en la sangre. Un día, por ejemplo, entra una señora. Qué desea, señora, tales son las palabras que pronuncia BA y he aquí que la señora responde: Querría un pantalón de ciclista, algo muy smart. Ha escogido el lugar perfecto, señora, le responde BA, tengo todo lo necesario para ataviar los traseros y realzar las pantorrillas. He aquí, señora, un modelo de lo último, creación mía, en cuadros escoceses con pliegues longitudinales, una pequeña perfección que le quedará como un guante, sobre todo por lo bien formada que está la señora, un auténtico amoldamiento previo, ya me dirá cómo le va, venga por aquí, que pueda probarse esto. Una vez que se haya levantado los faralaes podrá constatar, señora, cómo entra en este pantalón, modelo de mi creación en cuadros escoceses y pliegues longitudinales, cómo entra ahí con una facilidad inmensa y cómo, ataviada de ese modo, tiene usted realmente el aspecto de una diosa. En un concurso de miss Velocípedo se llevaría usted la palma como Hera sobre el monte Ida.
LA CLIENTA
Pensaba que era Afrodita.
BA
Un rumor que corre. Y además qué importa la mitología antigua. Lo que cuenta para nosotras las mujeres es la mitología moderna, el hada Electricidad, la torre Eiffel, el Panhard-Levassor, la reinita[2]. Y de todas las reinas que cabalgarán reinitas, usted será, señora, como ya le he dicho, la diosa. Su decisión es irrevocable, estoy segura, es inútil insistir ¿se lo lleva usted misma?
LA CLIENTA
No, envíemelo.
BA
¿A qué nombre?, ¿la dirección?
LA CLIENTA
Sra. Champvaux, número 130 de la calle La Boétie. Se le pagará cuando se haga la entrega.
Sale.
BA
Extraño destino, que nos pone cara a cara. ¿Será una trampa? ¿Una maquinación maquiavélica?