LXVII
ÍCARO
Señorita ¿ha admirado las bellezas de la capital?
BALBINE
Llámeme Balbine.
ÍCARO
Balbine ¿ha admirado las bellezas de la capital?
BALBINE
Ícaro, es usted un cernícalo.
ÍCARO
Veo que no aprecia la delicadeza de mis sentimientos.
BALBINE (a su carabina)
¡Carabina, desaparece!
La carabina desaparece.
(a Ícaro). Usted es un cernícalo por haber rechazado la futura propiedad de este taller que no cesará de crecer con el progreso del automovilismo. Sea razonable, Ícaro, cásese conmigo.
ÍCARO
Balbine, sus argumentos no me impresionan: no estoy tan convencido del progreso del automovilismo.
BALBINE
Eso roza la paradoja.
ÍCARO
Para mí el porvenir está en los aires.
BALBINE
Otra paradoja.
ÍCARO
Puesto que la superficie de la tierra es limitada algún día se saturará. Fíjese en las calles de París, no pueden circular tantos coches. Después, se acabó. La velocidad misma es limitada. Todo es limitado. Mientras que los aires, la atmósfera ofrece mucho más espacio. Para que los vehículos voladores obstruyan el cielo…
BALBINE
Pero si no hay vehículos voladores. Algunos globos… nada…
ÍCARO
No tardará en llegar.
BALBINE
Mientras tanto cásese conmigo.
ÍCARO
Por lo tanto, no hablemos del taller.
BALBINE
Me parece muy bien hablar de otra cosa.
ÍCARO
La escucho.
BALBINE
Ícaro ¿sabe lo que desearía? Que juntos fuéramos los héroes de una novela de amor.
ÍCARO
Ni hablar.
BALBINE (atenta)
¿Ha tenido amores infelices?
ÍCARO
No es eso lo que quería decir. Al contrario, han sido muy felices, pero salidos de ahí.
BALBINE
¿Salidos de dónde?
ADÉLAÏDE (que llama desde el exterior)
¡Ícaro!
ÍCARO
¡Ya voy!
BALBINE
¿Y ésta quién es?
ADÉLAÏDE (acercándose y señalando a Balbine)
¿Y ésta quién es?
ÍCARO (presentándolas)
Adélaïde… señorita Berrrier…
ADÉLAÏDE
Le hace la corte…
BALBINE
Qué vulgaridad.
ADÉLAÏDE
A usted no le he dirigido la palabra.
BALBINE
Espero que no se le ocurra.
ADÉLAÏDE
Pretenciosa.
Balbine le da una bofetada.
Adélaïde le da un puntapié en la tibia.
Balbine le da una segunda bofetada.
Adélaïde se hace con un bidón de aceite y vierte el contenido sobre la cabeza de Balbine.
SEÑOR BERRRIER (llega de improviso)
¡Miserable! ¿Qué le hace a mi hija, a mi hija querida?
ADÉLAÏDE
No me haga reír. Ja ja.
SEÑOR BERRRIER
Mi pobre criatura, (a Ícaro) ¡Y usted deja hacer a esta persona! ¡A mí, que le he acogido, a usted y no sólo a usted sino a todos esos seres estrafalarios que han venido a reunirse en torno a su persona! ¡A la calle, todo el mundo! ¡A la calle, Ícaro! ¡Y sin rechistar!