XXX

En la consulta del doctor.

DOCTOR

¿Y bien, querido?

HUBERT

Mucho mejor.

DOCTOR

¿Mi tratamiento?

HUBERT

¡Qué va! Más bien mi trielo primero y Morcol después. El uno disipó mi mal humor y el otro está sobre la pista de Ícaro, a punto de encontrarlo. ¡En cuanto lo recupere podré continuar mi novela!

DOCTOR

A lo mejor ha cambiado.

HUBERT

¿Por qué tendría que haber cambiado? Usted quiere desmoralizarme, doctor.

DOCTOR

Hay que ver las cosas como son. ¡Supongamos que hubiera cambiado! ¡No deposite demasiada confianza en él, confíe en sí mismo! Y para mantener la confianza, siga tomando la tisana.

HUBERT

¡Usted me angustia!

DOCTOR

No se haga falsas expectativas.

HUBERT

Hace que lo vea cada vez más negro.

DOCTOR

¡Tisana! ¡Tisana! Eso es lo único que puede reconfortarle a falta de bicarbonato y de mi nuevo método.

HUBERT

No conseguirá que pierda la esperanza.

DOCTOR

Es usted intratable.

Hubert vuelve a su casa y, a pesar de todo, toma una taza de tisana. Hojea distraídamente las hojas en blanco de su próxima novela.

HUBERT

Cuando Ícaro vuelva, lo decantaré hacia la poesía decadente para que sea un hombre de su época, y le pondré un profesor de prosodia afónica y de verso-librísimo, el Sr. Maîtretout a quien conocí uno de estos días. El Sr. Maîtretout tiene una hija, Adélaïde, una verdadera perla con dedos de hada. Seguro que se enamora del alumno. Veo perfilarse en el horizonte un matrimonio. Esa persona pura servirá de contrapeso para el ambiente finisecular del que quiero imbuir a Ícaro. Todo esto ya no va a tardar en cumplirse. Morcol me ha prometido traerlo de regreso en veinticuatro horas. No creo que me esté tomando el pelo, se ha equivocado una vez, pero una golondrina no hace verano y me parece concienzudo. Evidentemente Ícaro habrá visto el vasto mundo durante su fuga y tal vez haya cambiado, como ha advertido el doctor Lajoie. En ese caso reflexionaremos. En espera de novedades, vivamos de esperanza y de tisana.