LIV

En el taller, Corentin Durendal pasa cuidadosamente un paño limpio a un coche nuevo.

SEÑOR BERRRIER

Y bien, Ícaro ¿qué me dices de esta joyita?

ÍCARO

Digo: ¡ostras!

SEÑOR BERRRIER

Es un Panhard-Levassor. Supera los 30 kilómetros por hora. A lo mejor hasta los treinta y cinco.

ÍCARO

¿Dónde habrá que ir para poder entregarse a esas velocidades? El Bois es insoportable, está lleno de guardias forestales.

SEÑOR BERRRIER

Habría que construir una carretera especial donde sólo circularan los automóviles. Se llamaría autódromo.

ÍCARO

¡Un sueño! La velocidad sin guardias forestales.

SEÑOR BERRRIER

Pues sí. Pero el problema es que por ese autódromo se iría de ninguna parte a ninguna parte.

ÍCARO

¿Por qué se iría de ninguna parte a ninguna parte, señor Berrrier?

SEÑOR BERRRIER

Porque ese autódromo, por definición, sería circular.

ÍCARO

No tiene por qué. Ni auto ni dromo indican la circularidad, según el lejano e instintivo recuerdo que conservo de la lengua de mis ancestros.

SEÑOR BERRRIER

Puede ser. Pero yo lo veo circular ¿estoy en mi derecho, no?

ÍCARO

No voy a contradecirle, señor Berrrier.

SEÑOR BERRRIER

Un sueño aún más loco sería una carretera exclusivamente reservada a los automóviles y que fuera de algún sitio a otro sitio.

ÍCARO

Y se llamaría autocarril.

SEÑOR BERRRIER

No, autopista.

ÍCARO

Sí, señor Berrrier.

SEÑOR BERRRIER

Un sueño aún más loco es imaginar cuando ya no haya más automóviles: habrán desaparecido como los mamuts. Y nosotros mismos, los mecánicos, los que tenemos talleres, seremos una especie olvidada como la de los animales marinos cuyos rastros fósiles se encuentran en Kimméridgien, por ejemplo.

ÍCARO

Usted por lo menos, señor Berrrier, ve lejos. Es un auténtico profeta.

SEÑOR BERRRIER

No exageremos.

ÍCARO

Sí, sí, señor Berrrier, usted tiene una visión sobre el porvenir que poca gente tiene.

SEÑOR BERRRIER

Debo admitir que…

ÍCARO

Entonces, dígame, señor Berrrier ¿cree que un día llegaremos a los cien kilómetros por hora?

SEÑOR BERRRIER

Eso nunca, hijo mío. Eso nunca.