IV
MORCOL (saliendo de la séptima taberna de la calle Blanca y con otras tantas absentas en el cuerpo)
¡Otro chasco! He hecho una buena batida pero sigo en ascuas. Es como darles margaritas a los cerdos. Y sin embargo razono… razono… aunque, como se suele decir, comparación no es razón y la rima sin razón no es más que la ruina del hombre. ¿Qué hacer? ¿Maullar a la luna? ¿Soplarme los pies? ¿Morderme los dientes? Procedimientos con toda seguridad falibles para resolver un problema y que jamás han figurado entre los métodos que empleo. Voy a descartarlos de un plumazo y comencemos por librar nuestro espíritu de los nocivos efluvios que hemos ingerido.
Lo hace.
Y ahora miremos las cosas claramente y empecemos por renunciar a la fuga. Sólo una fuga breve es imaginable por parte de un personaje tan recientemente pulido: no podría ir muy lejos, no más allá de la calle Blanca. No se hubiera atrevido a aventurarse a otros barrios. ¿Habrá, pues, que resignarse a la hipótesis del robo? ¿Pero a quién podría interesarle alguien tan deslucido, hay que preguntarse, como no sea un colega? Un colega desvalido que busca nutrir su novela. Está claro que mi cliente tenía razón.
UNA VOZ ENTRE LA BRUMA
¿Vamos, querido?
MORCOL
¿Oh, oh? ¿Qué cosa? ¿Quién osa?
UNA VOZ ENTRE LA BRUMA
No tengas miedo, pichón.
MORCOL
¿Pretenderá ser irónico este anónimo?
BA (aparece a la luz de una farola; su sombra se proyecta sobre la calle y se alarga a lo lejos)
Guapo, te repito lo que te acabo de decir: ¿vamos?
MORCOL
¿A hacer qué? (a Morcol). En cualquier caso no es un éste sino una ésta.
BA
¿A hacer qué? Esa sí que es buena. ¿No serás virgen a tu edad? (de súbito reconoce a Morcol) ¡Uy!
MORCOL
Me parece, señorita, que ya la he visto en alguna parte.
BA
No es ningún misterio. En la taberna del Globo y de los Dos Mundos donde estaba tomando una absenta con un amigo.
MORCOL
Ah, sí. El joven de 1,77 que no se llamaba Mick Haropronto.
BA
Eso es.
MORCOL
Y ese Mick Haropronto, ¿no será por casualidad uno de sus clientes?
BA
No conozco a nadie que se llame así.
MORCOL (a Morcol)
Otra razón para pensar que no se trata de una fuga sino de un robo.
BA
¿Entonces?
MORCOL
Entonces nada. Adiós, señorita, voy a proseguir mi pesquisa. BA
¿Y el tiempo que me has hecho perder? Exijo una indemnización.
MORCOL
Nunca mejor dicho, la señorita hace la calle[1].
BA
Soy el tamborilero de Arcóle.
Le golpea el vientre y lo hace resonar.
MORCOL
Soy razonamiento de la cabeza a los pies. Tenga, un franco.
BA
Siempre va bien para la hucha.
MORCOL (solo en la calle)
Un simple incidente.
Retomemos nuestro razonamiento en el punto donde lo he dejado. Sólo puede ser un colega.
Se presenta en casa de Lubert y llama.
HUBERT
¿Quién es?
MORCOL
El detective.
Hubert abre.
HUBERT
¿Ya? ¿Lo ha encontrado?
MORCOL
Todavía no. Calma, calma.
HUBERT
Me muero de impaciencia.
MORCOL
Muérase, pero sin nerviosismo. Por la potencia de mi razonamiento, he cambiado de opinión. Sólo puede tratarse de un robo. La hipótesis de que sea uno de sus colegas no debe descartarse, pero pienso también en las diversas relaciones que usted pueda tener. Me va a dar el nombre y la dirección de todas las personas con las que tenga cualquier clase de vínculo, de parentesco, de intimidad y sobre todo de amistad.
Lubert acata.
Morcol sale.
HUBERT (solo)
No he puesto en la lista el nombre de la señora Champvaux. Soy un caballero.