LXIII
CORENTIN DURENDAL
¿Una copita, señor Maîtretout?
MAÎTRETOUT
Por supuesto, me encantaría. Cocina usted con gran finura, señor Durendal. Un gran almuerzo y además es un placer reencontrar a los nuestros.
ÍCARO
¿Qué quiere decir con eso, señor Maîtretout?
MAÎTRETOUT
Quiero decir, a los nuestros… ya me entiende.
ÍCARO
¿Usted se siente distinto al resto de gente de la calle?
MAÎTRETOUT
Sí… aunque es cierto que entre ellos puede haber quienes sean como nosotros… ya me entiende.
ÍCARO
Bueno, yo, señor Maîtretout, no veo ninguna diferencia. Para mí usted, Lubert, Morcol, la señora Champvaux, Adélaïde, somos lo mismo.
MAÎTRETOUT
Lo mismo… lo mismo…
ÍCARO
Una vez libres ¿no tenemos los mismos deseos?, ¿las mismas necesidades?, ¿las mismas aptitudes? ¿No debemos, también nosotros, obedecer a las mismas necesidades de la vida?
MAÎTRETOUT
Una vez libres, sí, pero siempre corremos el riesgo de volver a otro estado, si nos atrapan. Eso no es así para el resto de gente que anda por la calle.
ÍCARO
¿Qué sabemos? A lo mejor es todo lo mismo. A lo mejor son personajes de otra especie de autores.
MAÎTRETOUT
No le sigo…
Una voz llama en el taller: ¿Hay alguien?
ÍCARO
Ya voy.
Se bebe de un trago su copita y va.
UN JOVEN PETIMETRE
Joven, desearía comprar al contado e inmediatamente un automóvil que se desplace lo más rápido posible.
ÍCARO
Señor, el patrón no ha llegado aún, volverá en cualquier momento. Mientras llega, puedo mostrarle uno o dos modelos… A decir verdad, sólo tenemos en venta este Dion-Bouton de aquí y aquel Panhard-Levassor de allá. Los dos alcanzan una velocidad de cuarenta y cinco kilómetros por hora.
EL JOVEN PETIMETRE
¿Cómo escoger?
ÍCARO
Son tan robustos el uno como el otro y cuestan exactamente lo mismo.
EL JOVEN PETIMETRE
¿Qué es cuánto?
ÍCARO
Mil trescientos noventa y cinco francos.
EL JOVEN PETIMETRE
Aquí los tiene.
Deja el dinero en cualquier sitio, sobre un banco por ejemplo.
ÍCARO
Sin el patrón, no le puedo vender…
EL JOVEN PETIMETRE
Tengo prisa.
ÍCARO
Lo siento.
EL JOVEN PETIMETRE (mirando a Ícaro a dos dedos)
Joven, su cara me suena de algo.
ÍCARO
Y a mí la suya.
EL JOVEN PETIMETRE
Creo reconocerle y recordar el lugar donde nos encontramos, aunque me parece increíble y muy inverosímil.
ÍCARO
Sí, soy indudablemente yo, señor, aquel a quien retó a duelo en el Café Inglés.
CHAMISSAC-PIÉPLU
¡Un mecánico! ¡Frecuentando el Café Inglés!
ÍCARO
En esa época no era ni mucho menos mecánico.
CHAMISSAC-PIÉPLU
Ese duelo pendiente…
ÍCARO
Bueno, yo, sabe, no le doy la menor importancia.
CHAMISSAC-PIÉPLU
Tampoco yo, por mi parte. Tengo muchísima prisa y tengo, si se me permite la expresión, otras vestiduras que rasgar. Además, dadas las singulares circunstancias en las cuales, si se me permite decirlo así, nos conocimos, y que me llevan a pensar que debe haber entre nosotros algún punto en común, voy a confesarle algo.
ÍCARO
Me lo imagino.
CHAMISSAC-PIÉPLU
Entonces no digo nada.
ÍCARO
No merece la pena. Deje aquí su dinero para el patrón y tome uno de esos automóviles. Muy pronto estará fuera del alcance de nuestra vista.
CHAMISSAC-PIÉPLU
Joven mecánico, es usted un amigo.
Toma asiento en el Dion-Bouton.
ÍCARO
¿Oiga, sabe conducir?
CHAMISSAC-PIÉPLU
El Sr. Jacques me hizo ir a clases. ¡Que se fastidie!
DION-BOUTON
¡Brrrrt! ¡Brrrromm! ¡Brrrt! ¡Bruuummm!
CHAMISSAC-PIÉPLU
¡Adiós!
Desaparece.