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MORCOL (en su oficina)

No sé de qué melancolía estoy preso desde que hago esos paseos silvestres a que me arrastra el ejercicio de mi profesión, paseos por lo demás perturbados por la modernidad de las apariciones del personaje al que se supone que debo perseguir. Melancolía, dichosa melancolía, me incitas a salir de esta historia. Quiero descansar y con mis modestos ahorros ir a respirar en la Riviera los efluvios embalsamados de los naranjos y de los limoneros. Sí, allí iré a vivir. He aquí una decisión repentina, pero firmemente tomada. La mantendremos ¡le guste o no a la clientela!

Llaman.

MORCOL

Pero si están llamando. ¿Quién puede venir a perturbar mis meditaciones sonoras de esta manera?

Va a abrir.

SURGET

¡Ah! ¡Querido amigo!

MORCOL

¡Me llama querido amigo!

SURGET (muy emocionado)

¡Querido amigo!

MORCOL

Algo debe ir mal.

SURGET

Abandone la pista de Ícaro…

MORCOL

Ya lo he hecho.

SURGET

Y búsqueme a Corentin Durendal.

MORCOL

¿Un hombrecito suyo?

SURGET

Sí, acabo de darme cuenta de su desaparición. De manera que, como comprenderá, Ícaro pasa a segundo plano. Debe ocuparse enseguida de Durendal. Por lo demás, creo que será una tarea fácil, es un funcionario pacífico y encontrará fácilmente su rastro.

MORCOL

Señor Surget, habla en el vacío.

SURGET

¿Qué quiere decir?

MORCOL

Renuncio, señor Surget. Renuncio. Se acabaron las pesquisas sobre frutos (frutos de la imaginación, se entiende). Señor Surget, cierro el chiringuito.

SURGET

¡No me puede hacer eso!

MORCOL

Es así.

SURGET

¡Le doy mi fortuna! ¡Mi fortuna por Durendal!

MORCOL

No podría persuadirme ni con millonadas de francos.

SURGET

¡Una vez más! ¡La última vez!

MORCOL

¡No soy un títere ni una marioneta! Nada me hará reconsiderar mi decisión.

SURGET

No tiene piedad.

MORCOL

La tengo conmigo mismo.

SURGET

Cómo va a dejar secarse en mi pluma una obra que iba a ser coronada con un crimen abominable.

MORCOL

¿A saber?

SURGET

A cuchilladas.

MORCOL

Banal.

SURGET

No a los ojos de mi público. ¡Qué novela iba a ser!

MORCOL

Escribirá otras. Es lo que siempre le he dicho al Sr. Lubert.

SURGET

¿Y a él también lo deja sin su Ícaro?

MORCOL

Se lo repito, cierro el chiringuito, hago las maletas y me voy a respirar a la Riviera los efluvios embalsamados de los limoneros y los naranjos.

SURGET

Entonces, qué remedio ¡me voy, cruel Morcol, abatido! Éste es mi castigo: robé a Ícaro y ahora Corentin Durendal ha volado.

MORCOL

Es posible, pero yo me voy.