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Il Cavaliere
Berlusconi es, para los italianos cultos, honestos, eso que los norteamericanos llaman a pain in the ass. Que recurran tanto a esta expresión para expresar el dolor y la infinita contrariedad lleva a pensar que los yankis padecen casi todos de hemorroides impiadosas. Porque «un dolor en el culo» puede provenir de muchas causas, pero las hemorroides, que Dostoyevski impuso en la literatura, suelen ser las más frecuentes. Preparando esta sección de este ensayo envié mails a varios amigos italianos, pocos contestaron. Incluso incomodé a Guillermo Marramao, con quien nos hemos llevado bien, el que tal vez pasa por ser el más prestigioso filósofo italiano en este momento y sospecho que prefiere meditar sobre la diferencia, la globalización y enojarse con la sobreabundancia de teóricos de la biopolítica, antes que gastar palabras en Il Cavaliere, el Papi de todas las pivelinas de Italia.
Pero Daniele Oldani es un escritor y periodista con un gran sentido del humor y acaso menos pretensiones por no ser filósofo, esa carga tan difícil de tolerar sin —precisamente— humor, ironía y autoironía. Vino a la Argentina y comimos mucha carne en un restaurante, hace unos años. Me contó un chiste memorable: «Es injusto que le digan nazi al Papa. ¡Si el padre murió en Auschwitz! Se cayó de la Torre de Vigilancia». Ahora le pido un texto sobre Berlusconi:
Querido Daniele:
A lo largo de estos años siempre me lucí toda vez que conté el chiste del padre del Papa muerto en Auschwitz.
Vos que tenés tanto sentido del humor: ¿qué me podés contar sobre Berlusconi hoy? Digo que es importante el sentido del humor porque, sin él, ustedes habrían reventado de asco. Nosotros tuvimos aquí a Carlos Menem, un aprendiz de Berlusconi, pero igualmente inescrupuloso. Hemos sufrido mucho esos años. Y hasta algunos los tomamos como una humillación personal. Así como investigo a través de Rupert Murdoch, Hearst y hasta Charlie Kane de El ciudadano, estoy ahora con Berlusconi. Tengo la certeza de que el poder mediático conduce este mundo. Y que Berlusconi ejerce esa magia que niega casi todo de lo humano menos la sumisión del sujeto y la estupidez. Si querés darme una manito, bienvenida. Nada del otro mundo. Pero me gustaría citarte. Bueno, a ver cuándo nos vemos. Alguno irá al país del otro en algún momento.
El texto de Daniele Oldani no perdió tiempo: llegó en seguida. A la virtud de la celeridad le añadió la de la brevedad profunda y la del humor que yo esperaba de él. Incluso adjunta algunos chistes aún calientes de y sobre Berlusconi que son siempre bienvenidos, porque la sonrisa alivia todo dolor, toda tragedia, más aún si la tragedia es un mamarracho, que son, esas tragedias, a menudo las peores.