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Reportaje (a fondo) de Santiago O’Donnell. Reporteado: Assange
El 1.º de septiembre de 2012, el codiciado Assange, proveedor invalorable de primicias periodísticas, recibió, en su refugio de la Embajada de Ecuador en Londres (más adelante detallaremos un gozoso reportaje entre Assange y Rafael Correa, presidente del país que lo cobija) al periodista de Página/12 Santiago O’Donnell.
O’Donnell ofrece una descripción física del sujeto a interrogar que tiene la solidez del contacto cercano: «Julian Assange es muy blanco. Pelo blanco, piel blanca, ojos chiquitos, manos suaves, dedos de pianista. Tiene muchos blancos que persigue a través de su sitio WikiLeaks: gobiernos, bancos, ejércitos, agencias de espionaje. A su vez, es blanco de procesos judiciales en Suecia, Gran Bretaña y Estados Unidos.
»Lleva casi cien días encerrado en la Embajada de Ecuador en esta ciudad y desde entonces se ha asomado al balcón para ver la luz del sol una sola vez, el 19 de agosto, cuando pronunció un discurso para agradecerle a Ecuador por darle asilo y a América Latina por defender a Ecuador. No volvió a asomarse, dice que porque no quiere ser blanco de los paparazzi. Saluda con la mano izquierda porque se lastimó la derecha practicando boxeo. Hace poco empezó a tomar lecciones de castellano una vez por semana, pero todavía no se anima a pronunciar palabras en ese idioma delante de las visitas. Recibe a Página/12, con su laptop HP cerrada, en un cuarto de tres por cuatro metros que funciona como su oficina. Afuera la policía británica vigila y un grupito de manifestantes despliega algunos carteles pidiendo su libertad. Acepta preguntas durante poco más de tres horas sin mirar su computadora y sin que su celular suene ni una sola vez». (Página/12, 29/09/2012).
O’Donnell le confiesa a Assange que hay personas que no saben claramente quién es, que todavía preguntan, que hay que aclararles y algo, por fin, entienden. Assange dice que no es así. O no tanto. Que en Estados Unidos hay mucha gente que lo apoya «a pesar de los ataques despiadados de los medios». Por esta gente siente un afecto especial. Y deja caer una frase memorable: «Siento un afecto especial por la habilidad de la gente de ver más allá de la mierda». Podría ser la conclusión optimista de este ensayo: Hay gente que tiene la habilidad de ver más allá de la mierda. Sin embargo, ¿de qué habilidad estamos hablando? ¿De un don especial? En medio de un sistema globalizado que se organiza para arrojar mierda sobre el posible surgimiento de toda subjetividad libre, ¿qué habilidad se requiere para no sucumbir? No parece fácil la tarea. No todos son Julian Assange. Y sería deseable no tener que serlo para respirar la brisa de la libertad crítica, para no entregarse, para defender ese sujeto que cada uno de nosotros es y debe seguir siendo para pelear contra la mierda uniéndose a los demás, a todos esos que algo han intuido, que empiezan a ver más allá del sometimiento.
Recordemos que el reportaje de O’Donnell es de septiembre de 2012. Aún no había estallado la cuestión del espionaje norteamericano. Esto lo veremos al analizar el libro de Assange Cypherpunks. Además, en esta cuestión las cosas están surgiendo día tras día. Ya no es Assange la única estrella del contraataque al espionaje norteamericano o el gran divulgador de sus secretos mejor custodiados. Aparecieron Manning y Snowden. ¿Cuántos más aparecerán? Acaso el ritmo se apresure y sorprenda a los hombres de la seguridad nacional norteamericana, que no preveían algo así. Las cosas tienden a ponerse vertiginosas.
Pero no por eso pensamos desprendernos de ciertas cosas que Assange ya ha dicho. Son muy valiosas y han sido el corto camino hasta donde ahora estamos, él, nosotros, todos. Dice: «La tecnología casi nunca es neutral. Y cada individuo es conocido por el Estado, y todos sus amigos también, y puede ser rastreado con exactitud, como resultado de las comunicaciones. Entonces, cuando el Estado se vuelve malo, los individuos no tienen dónde esconderse. En una filtración que hicimos a principios de año mostramos que hay 175 agencias de Inteligencia que les proveen equipos espía a diferentes gobiernos para intercepciones masivas en Internet. Entonces, por ejemplo, con sólo 10 millones de dólares por año se puede comprar un equipo de Dastec en Sudáfrica para grabar todas las llamadas telefónicas de un país mediano. Todas las llamadas telefónicas. Ese es el nuevo patrón tecnológico. Ya no se trata de elegir a un activista en particular para seguir sus llamadas. Ahora se interceptan correos electrónicos y llamadas de poblaciones enteras y se almacenan de forma permanente porque es mucho más barato tener archivos permanentes de poblaciones enteras que seguir a ciertos individuos. Mejor que todos sean el blanco y no tener que gastar en discriminar. Más adelante, cuando te interesás por una persona, podés ir al archivo permanente y rastrear los datos de esa persona y encontrarlo fácilmente y seguir su rastro. Hay programas que pueden ser buenos para combatir la criminalidad, pero hay que recordar que son los gobiernos los que definen los crímenes». Frase impecable: son los gobiernos los que definen los crímenes. Pero —hasta aquí— la visión de Assange peca de un liberalismo antiestatista algo elemental, que superará. Los que (en el mundo globalizado de hoy) definen los crímenes son el Imperio y sus aliados. Aunque debiéramos decir solamente el Imperio. Los aliados actúan en la modalidad del acompañamiento. Podrán ser, a lo sumo, creativos, aportar elementos; pero nunca serán hegemónicos. Las políticas del Occidente capitalista las fija Estados Unidos con su parafernalia de servicios de inteligencia. Y con razón: ¿quién se ha puesto al frente de la Guerra contra el Terror? Las guerras lo simplifican todo. La que hoy (para Estados Unidos) se libra es contra el terrorismo y en defensa de la democracia y de la libertad. Los que están con Estados Unidos defienden eso. Los que no, no. El problema de Suramérica es que —al buscar una unidad regional— no se pliega a la guerra de Estados Unidos. La firma de la ley antiterrorista fue una concesión que era difícil negar. El Imperio urge en algunas cuestiones.
—¿Ustedes están con nosotros o con el terrorismo?
—Somos un país independiente. Estamos con la unidad regional de América Latina.
—Entonces están con el terrorismo. Apoyaremos a los que están contra ustedes. De ellos podemos estar seguros.
Así, los populismos de izquierda que han surgido en nuestro continente se han colocado bajo la sombra de la sospecha. Primero, se han vuelto sobre sí mismos. Segundo, esto los ha llevado a la exaltación del papel del Estado en la economía. Tercero, esto los ha alejado del neoliberalismo. Que es el sistema de la libertad. Cuarto, incurren en políticas distribucionistas. Quinto, sus apoyos a Estados Unidos no son claros, quieren negociar, ser orgullosos, independientes. Nada de eso es bueno en la lucha contra el terror. Estados Unidos libra hoy una de las batallas más duras de la historia de Occidente. Prefiere a las facciones políticas que se pongan decididamente de su parte. La debilidad de las clases políticas en América Latina determina que la vanguardia de erosión de los populismos de izquierda sean los medios de comunicación: el poder mediático. No es casual que todo se haya tornado tan claro. La guerra no admite medios tonos. Y la Guerra contra el Terror se libra en todo el mundo. En todo el mundo, también, hay una Embajada de Estados Unidos. En el reportaje que le hace Assange, Rafael Correa —uno de los puntos irritativos del Imperio— dice que Evo Morales le contó un chiste. «¿Sabes por qué no hay golpes de Estado en Estados Unidos? Porque no hay embajada norteamericana». El chiste no es nuevo y admite un atenuante. Hay golpes de Estado en Estados Unidos. Pero son típicamente norteamericanos. El asesinato de Kennedy fue un golpe de Estado. El asesinato de Oswald fue parte de ese golpe. El golpe era para profundizar la guerra de Vietnam. Con esa profundización, el Complejo Militar Industrial incrementaba su producción y sus fabulosas ganancias. Estados Unidos está sometido a los negocios del Complejo Militar Industrial. Esos negocios requieren guerras incesantes. ¿Podría ser asesinado Obama tal como lo fue Kennedy? Tal vez no del mismo modo. Pero sí, podría. Si llegara a negarse a mantener las acciones bélicas en Irak o si se negara a extenderlas a Irán —en caso de que se lo pidieran—, no se mantendría mucho tiempo, no como Presidente, sino sobre este mundo.