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La filosofía y el poder mediático. Marx: las ideas dominantes son las de las clases dominantes
Marx tenía muy claro el papel de la ideología como estructura destinada a asegurar la cohesión «espiritual» de la dominación de clase. También insinuó (o más que eso) que la ideología de una nación es la de las clases dominantes, que la impone a través de lo que Althusser llamará los «aparatos ideológicos del Estado». Será la chilena Marta Harnecker —por medio de su habilidad para ordenar y estructurar el pensamiento de Marx desde la óptica de su maestro Louis Althusser— la que enumerará los aparatos de Estado. Lo hará del siguiente modo:
—Instituciones represivas: ejército permanente, policía, cárceles, etcétera.
—Instituciones técnico-administrativas: gobierno, administración pública, etcétera.
—Instituciones ideológicas: Iglesia, escuelas, etcétera.
Pasa luego a desarrollar los «aparatos ideológicos del Estado». Empieza con una cita de Louis Althusser de impecable corrección: «Ninguna clase puede detentar durablemente el poder del Estado sin ejercer al mismo tiempo su hegemonía sobre los aparatos ideológicos del Estado»[45]. Cito a Harnecker (pasa a exponer los aparatos ideológicos del Estado): «Estos aparatos, que, en la época feudal, al menos en Europa, habían estado circunscriptos sobre todo a la iglesia católica, la que no sólo tenía funciones religiosas sino también educativas, culturales, etc., en la sociedad burguesa se diferenciarían de la siguiente manera: a: aparato religioso (el sistema de diferentes iglesias); b: aparato escolar (el sistema de diferentes escuelas públicas y privadas, universidades, etc.); c: el aparato familiar; d: el aparato jurídico (que pertenece simultáneamente al aparato represivo); e: el aparato político (sistema político con los diferentes partidos); f: el aparato sindical; g: el aparato de información (prensa, radio, televisión, etc); h: el aparato cultural (letras, bellas artes, deportes, etc.)»[46].
El problema que se sigue presentando en estas concepciones duras del marxismo es que no queda nada que no pertenezca a la esfera de opresión de la burguesía. Toda «política» se torna dificultosa. Lo que explica la escasa relevancia de la izquierda dentro de la vida democrática, su ínfimo caudal de votos y sus cuasieternas discusiones. La política es, justamente, la pertenencia a esos aparatos y la lucha política dentro de ellos. Si «todo es lo mismo», entonces desaparece el interés por los matices de la lucha dentro del sistema democrático. Incluso la posibilidad de aprender de sus debilidades o de hacer aliados. ¿Con quién nos habremos de aliar si todos pertenecen al monstruoso aparato de la dominación burguesa? Esto lleva a una soledad de la que surge una visión casi ajena al juego infinito y complejo de la política. Toda política es política burguesa. Todo Estado es igual a cualquier otro. Todos pertenecen a la burguesía. Sucede que el socialismo nunca se llevó bien con la democracia, pues vio en ella una forma burguesa de organización de la sociedad en clases desiguales y enfrentadas. La democracia fue siempre la «democracia burguesa» y la verdadera habría de advenir con la consolidación definitiva del socialismo luego de haber sido impuesta por medio de la «dictadura del proletariado». Aquí estuvo la falla. Esta «dictadura» nunca se realizó auténticamente y terminó en dictadura del partido y del jefe, con el consecuente culto a la personalidad. La democracia no llegó jamás. Democracia y socialismo son todavía materias pendientes.
Nos importa señalar que, en Marx, las ideas dominantes son las de las clases dominantes. Esto —hasta el momento— no nos lo han dicho Harnecker ni Althusser. Pero es —creemos— el aporte más genuino de Marx. Las clases dominantes —para la consolidación de su poder— necesitan cohesionar a la sociedad en torno a su concepción del mundo. A esto —según una interpretación marxista del problema— podemos llamarlo ideología dominante. Dentro de los aparatos ideológicos del Estado, observemos que Althusser coloca al aparato religioso (el sistema de las diferentes iglesias), y este aparato religioso es el que Foucault desarrollará como poder pastoral, fuera, desde luego, del enfoque de la lucha de clases. Foucault —precisamente— surgió en la historia de la filosofía para apartarla del marxismo. Y del sartrismo.