10
El Complejo Militar-Industrial y el destino manifiesto
Toda la guerra de Afganistán, toda la de Irak encuentran su fundamento en las necesidades siempre insatisfechas de CMI. ¿Recuerdan la planta carnívora de The little shop of horrors? Supongamos que no. Que no recuerdan nada de este film de 1960, que dirigió Roger Corman, el «genio» de la clase B, que duraba apenas 70 minutos y luego tuvo remakes y hasta puestas teatrales como comedia musical. Jack Nicholson hacía un papel inolvidable. El film trata sobre una planta carnívora. Que, de casualidad, aparece en el negocio de un inocente herborista que se dedica a alimentarla[11]. A medida que la planta recibe ese alimento empieza a crecer. Crece y crece. Luego se devora a algunos clientes que llegan en momentos en que el herborista no está. Luego enloquece y empieza a gritarle al magro, atemorizado herborista: Feed me! Feed me!. Que podría traducirse algo libremente como: «¡Dame de comer! ¡Dame de comer!». Ésta es la relación del CMI con Estados Unidos. Quiere que lo alimenten. Ya nadie le puede negar ese pedido. Es tarde. Ha crecido demasiado. Eisenhower (recordemos) lo había dicho: «Nos hemos visto obligados a crear una industria armamentista permanente de vastas proporciones. (…) Ahora bien, esta conjunción entre un inmenso sector militar y una gran industria de armamentos es nueva en la experiencia americana. Su influencia total: económica, política, incluso espiritual, se siente en cada ciudad, en cada Estado, en cada oficina del gobierno federal. (…) En los consejos de gobierno, debemos protegernos de la adquisición de influencia injustificada, deseada o no, por parte del complejo militar-industrial. El potencial de un desastroso incremento de poder fuera de lugar existe y persistirá. No debemos dejar que el peso de esta combinación ponga en peligro nuestras libertades o procesos democráticos. No debemos tomar nada por sentado. Sólo una ciudadanía alerta y bien informada puede compeler la combinación adecuada de la gigantesca maquinaria de defensa industrial y militar con nuestros métodos y objetivos pacíficos, de modo tal que seguridad y libertad puedan prosperar juntas». No, no van a prosperar juntas. Toda la nación está en manos del CMI. Que forma una misma entidad con el poder mediático. Éste tiene que crear las condiciones necesarias para exigir la presencia constante y creciente del CMI. ¿Qué es necesario para que esa presencia jamás se interrumpa? Son necesarias las guerras. Siempre Estados Unidos tiene que estar en guerra. La economía y la política han quedado subordinadas a su gendarme. Tal como en esos westerns en que los habitantes de un pueblo llaman a un pistolero temible porque otros pistoleros (también temibles) los agreden sin darles descanso. El nuevo pistolero mata a los otros y luego se adueña del pueblo. Ahora la pesadilla es él. Pero es tarde[12]. El dueño del pueblo es el CMI. Estados Unidos podrá endeudarse, tener una economía tambaleante, pero no. Eso es un espejismo. La riqueza del Imperio está en su armamentismo. O en sus armamentos. Es la potencia militar más poderosa de la historia. En sus armas descansa la realización de su destino manifiesto. Esta frase apareció por primera vez en un artículo que John L. O’Sullivan publicó en la revista Democratic Review, en Nueva York, en 1845, mientras Sarmiento, en Chile, escribía Facundo, en busca del destino manifiesto argentino, que habría de ser el mismo que el de las grandes naciones del Occidente capitalista.
Estados Unidos no se va a retirar de Irak. La guerra colonial-imperialista de Afganistán e Irak es sólo un comienzo. La cuestión es que si no conquistan y mantienen bajo dominio a la zona euroasiática que se despliega desde los Balcanes hasta Pakistán, no tendrán aseguradas las más grandes reservas petrolíferas del planeta, que llegan en esos territorios al 70 por ciento.
De modo que el CMI (que, según varios bien pensantes, es el mayor enemigo de la democracia norteamericana y tienen razón) seguirá ordenándole al país: Feed me! Feed me!. Una tarea en que el poder mediático es esencial. El subtítulo de mi libro La filosofía y el barro de la historia es: Del sujeto cartesiano al sujeto absoluto comunicacional. Puse, ahí, «absoluto» con el propósito de señalar el fracaso de las filosofías que surgieron para destruir y descentrar al sujeto. No, el sujeto está más centrado que nunca. Y su poder constituyente se ha globalizado. Es, así, absoluto, como lo era el hegeliano. Pero basa su poder constitutivo en la doctrina del destino manifiesto (es America la que debe hacer esa tarea) y en su poder bélico-comunicacional. El poder mediático es también y al mismo tiempo un poder bélico, ya que se basa en el poderío del CMI.
Ahora bien, como imagen o metáfora del destino manifiesto hay otra. Y es de gran jerarquía. Pocos imperios han tenido un texto tan poderoso que los expresara. Esa expresión no es unívoca, exclusiva, pues ese texto es una gran novela abierta a decenas y decenas de interpretaciones. Su autor, incluso, advirtió contra esas posibles metáforas o alegorías. Su libro sólo era la historia que contaba. Pero se desmerecía. Hablaba como hombre de mar, como pescador de ballenas, y no como el inmenso escritor que era. ¿Qué es Moby Dick? ¿La gran metáfora del imperio norteamericano? ¿Una interpretación del sentido de la existencia humana en totalidad? ¿Una teología negativa? ¿O la historia de un hombre vengativo que quiere dar muerte a la ballena que le arrancó una pierna? Y sólo eso, como dirá Melville.