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Las células dormidas en la tierra de los libres
Donald Rumsfeld fue el primero que deslizó que Al Qaeda era una «célula dormida» en el interior de «América». Luego —al pasar— lo mencionó Bush. Al Qaida era la sleeper cell enterrada en el corazón de la patria de los libres (the land of the free, himno nacional del Imperio). Pero si el peligro estaba adentro, ¿por qué librar afuera la «Guerra contra el Terror»? Dejemos de lado el problema energético. Volvamos a eso que Susan Sontag llama «mitología popular»: los films de marcianos de los años cincuenta. Salvo en El día que paralizaron la Tierra y (en los ochenta). ET, el extraterrestre, los marcianos siempre fueron malos y siempre vinieron del «espacio exterior». ¿Por qué Spielberg los hace surgir del «interior»? Creemos que Rumsfeld y Bush trataron de insinuar una teoría sobre células dormidas que esperaban en las entrañas del país y surgieron a la superficie con el ataque a las Torres. Esas células dormidas son el terrorismo y nadie puede saber cuántas hay ni cuándo volverán a salir. Sin embargo, el mensaje de Spielberg no pareciera ser ése. Pretende advertir, no aterrorizar. Si los marcianos vienen de adentro, es porque el terrorismo está adentro. El verdadero, el enorme terrorismo, es «americano». Ese terrorismo (sin duda apoyando e instrumentando a los islámicos) fue el que aniquiló las Torres. Si no, ¿por qué los marcianos de Spielberg irrumpen desde el corazón de la Tierra? ¿Es ésta una «Guerra de los mundos»? ¿De qué mundo vienen los marcianos? Vienen de este mundo. De este planeta. ¿Qué sucede? ¿Cómo ha podido «la tierra de los libres» cobijar a los monstruos? ¿Cómo nadie ha podido detectar a un enemigo que dormía bajo la cama del «hogar de los bravos» (the home of the brave, estrofa final del himno del Imperio)? Todo se ha tornado más complejo. Y lo es. La «Guerra contra el Terror» no sólo se libra afuera. Estados Unidos es hoy un país vigilado, no por los alienígenas, sino por los propios norteamericanos. Hay cámaras minúsculas y secretas de TV por todas partes. Cientos de miles de ojos voraces cuidan la seguridad. Se ha dicho y se ha dicho bien: ese mundo que George Orwell traza en 1984 no se realizó en la URSS, como lo creía su autor. Tampoco se realizó en 1984. Su diseño empieza luego del nine eleven y su realización es hoy. Hoy en Estados Unidos. Hoy en Nueva York. Tan bella como siempre. Más segura que nunca. Menos libre cada día que pasa.