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¿Eso quieren? ¿Que les fabrique una guerra?
Llegan a Los Ángeles. Tienen cita con un productor de Hollywood. Es Dustin Hoffman, en uno de los más excepcionales papeles de su carrera. No le dieron un Oscar, pero lo nominaron. Eso no quiere decir nada. Ya se sabe que un Oscar sólo significa un arreglo entre los Amos de la Academia. Hoffman recibe a De Niro y Anne Heche, en tanto, se broncea en su cama solar. De Niro le dice que necesitan sus servicios. Que tienen que montar un show.
—¿Un show? Eso es lo mío. Produzco shows. Eso son las películas. ¿Qué necesitan?
Corte. Están viendo la TV. Hoffman con una bata blanca, anteojos y tez con bronceado californiano. Un Secretario de Estado responde a las preguntas de la prensa. Son erráticas, algo tontas, siempre rondando peligrosamente lo que el White House team y el political fixer quieren evitar: el acoso sexual del Presidente a la niña. (Fix = arreglar, reparar). De pronto, una periodista bonita, decidida y con rostro inteligente, pregunta: «¿Tenemos en Albania un levantamiento musulmán antinorteamericano?». De Niro sonríe feliz:
—¡Al fin! Ésa es la pregunta.
Hoffman lo mira extrañado:
—¿Qué cerca está usted de todo esto?
De Niro saca un celular.
—¿Qué quiere que el Secretario de Estado diga?
—¿Lo que yo quiera?
—Lo que usted me diga, yo se lo hago decir.
Hoffman vacila. Todavía no sabe si ha caído en manos de una pandilla de locos o está viviendo la actualidad más actual y viva y vigente que sea posible vivir, en la que uno pueda inmiscuirse o ser inmiscuido.
—Ordénele que diga: Todos estamos preocupados por el Presidente. Le enviamos nuestros rezos y esperanzas.
De Niro le hace un gesto a Anne. Ella saca su celular, presiona algunos números y dice:
—Levy, necesitamos que digas: «Todos estamos preocupados por el Presidente. Le enviamos nuestros rezos y esperanzas».
El Secretario —imperceptiblemente— se lleva un par de dedos a la oreja derecha, como si fuera a ajustar algo o meramente a acomodarse el pelo. Tiene un micrófono ahí. Dice:
—Sobre todo queremos insistir en que todos estamos preocupados por el Presidente. Le enviamos nuestros rezos y esperanzas.
De Niro apaga la tele. Hoffman dice:
—Le creo. Pero lo que me pide es imposible. Yo soy un gran productor. No un mago. Su situación o la del Presidente no tienen arreglo. Para desviar la opinión pública tendría que ocurrir una… Una… ¡Oh, no, no puede ser!
De Niro y Anne lo miran imperturbables. Hoffman dice:
—¿Eso quieren? ¿Que les haga una guerra? ¿Que se las fabrique?
—No —dice De Niro—. No queremos que haga una guerra. Queremos que la produzca. Que nos haga un show. Un gran espectáculo.
Dustin se entusiasma. Empieza a maquinar «su» show.
—Hay que decir: los terroristas albaneses quieren destruir nuestro modo de vida. El Presidente sigue en China. Pronto va a decidir si manda un bombardero 3. ¡Se ha descubierto que Albania tiene la bomba! No, tachen eso. Qué van a tener la bomba. Son una pandilla de idiotas. ¡Pero tienen una bomba en una maleta! No necesitan cohetes para eso. Tienen la maleta en Canadá y desde ahí la van a introducir en USA.
Anne estalla de entusiasmo:
—¡Fantástico! Encima es de bajo presupuesto.
—Eso se llama «producir» —dice Dustin. De inmediato llama a un cantante country para que le prepare una canción.
Llegan nuevos colaboradores. De Niro anuncia:
—Vamos a la guerra.
Uno pregunta:
—¿Vamos a declarar una guerra?
—Dije: vamos a la guerra. No declaramos una guerra desde 1941.
El Presidente aparece por TV. Declara que Albania es un centro del terrorismo mundial y se le hará la guerra. Dustin pide un gatito. Contratan a Tracy Lime (la piba que hace la novia del Hombre Araña e hizo de María Antonieta en ese film absolutamente bobo de Sofia Coppola). Es rubia, bonita, hasta tiene cara de asustada. De Niro la aprueba:
—Muy bien. Se te ve muy bien. Tal como una chica albanesa.
Tracy Lime dice:
—Una pregunta, señor. ¿Podré poner esto en mi currículum?
—No, pequeña.
—¿Por qué?
—A ver si soy claro: nunca vas a poder decir a nadie en toda tu vida que hiciste esto.
—¿Qué podrían hacerme?
De Niro sonríe piadosamente:
—Podrían matarte.
Entre tanto, en una cabina de producción, Dustin mira las primeras imágenes de la chica albanesa huyendo con un gatito. Es Tracy Lime que hace un trabajo magnífico: cara de terror, busca dónde huir, protege al gatito contra su pecho. Está impecablemente vestida de «albanesa». Dustin aún no está satisfecho.
—Ponele unas llamas detrás.
—Sí, señor —dice el técnico en computación que digita la «realidad» que va tomando forma en la pantalla.
—Ahora unos gritos. De terror. Que sean horribles. ¡Muy bien! ¿No está formidable ella? Parece nacida y criada en Albania. El gatito tiene que ser blanco. Sí, blanco. ¡Denle un gatito blanco!
Aparece Anne:
—El Presidente está mirando. Dice que él prefiere un gatito blanco.
Dustin se indigna:
—¡Yo prefiero un gatito blanco! Yo soy el productor, no el Presidente. —Mira a los demás—: Odio cuando se meten.
Sale por televisión a todo el país el «corto» que han hecho.
Locutor:
—Una mujer albanesa huye de los ataques terroristas a su aldea.
Un tipo del FBI o la CIA se entrevista con De Niro.
—No somos tontos. Tenemos satélites. No hay ninguna guerra. Esto es…
—No perdamos el tiempo —dice De Niro—. Hay una guerra. La vean o no sus satélites. Hay una guerra y la necesitamos. Además, ¿sus satélites van a convencer al público norteamericano? Entiéndalo: hay una guerra.
—¿Por qué?
—Porque está en la televisión, idiota.