CINCO
LA enfermera entró con una gran cesta con frutas.
—¿No le parecen deliciosas? —preguntó al tiempo que la dejaba sobre la mesa.
Ned Beaumont asintió dubitativo.
La enfermera sacó un sobre pequeño y grueso de la cesta, se lo entregó a Ned y dijo:
—Apuesto a que la envía ella.
—¿Qué apuesta?
—Lo que quiera.
Ned Beaumont asintió como si acabara de confirmar una agorera sospecha y la acusó:
—Ha leído la tarjeta.
—¿Cómo se atreve...?
La enfermera calló cuando Ned Beaumont rió, pero mantuvo su expresión ofendida.
Ned sacó del sobre la tarjeta de Janet Henry, que simplemente decía: ¡Por favor! Miró la tarjeta con expresión de disgusto, dijo a la enfermera que había ganado la apuesta y golpeó la tarjeta con la uña del pulgar.
—Sírvase lo que le apetezca y coja lo suficiente como para que parezca que yo he comido la fruta.
Por la tarde escribió:
Estimada señorita Henry:
Su amabilidad me ha sorprendido: primero me visita y luego me envía fruta. No sé cómo agradecérselo, aunque espero que algún día podré expresarle más claramente mi gratitud.
La saluda cordialmente,
Ned Beaumont
Cuando terminó de leer el texto que había escrito, Ned Beaumont lo rompió y volvió a escribirlo. Aunque utilizó las mismas palabras, las cambió para que el final de la segunda frase dijera: «y supongo que algún día podré expresarle mi gratitud con mayor claridad.»