UNO
LOS dados verdes rodaron sobre el tapete verde, chocaron simultáneamente contra el borde de la mesa y rebotaron. Uno se detuvo y en su cara superior mostró seis puntos blancos en dos hileras paralelas. El otro rodó hasta el centro de la mesa y se detuvo con un solo punto en la cara superior.
Ned Beaumont masculló bajo el aliento y los ganadores retiraron el dinero de la mesa.
Harry Sloss cogió los dados y los agitó en su mano ancha, blanca y peluda.
—Otro lanzamiento —propuso, y arrojó sobre la mesa un billete de veinte dólares y otro de cinco.
Ned Beaumont se apartó y dijo:
—Duro con él, jugadores, yo tengo que repostar.
Atravesó la sala de billares hasta la puerta, donde se encontró con Walter Ivans, que estaba a punto de entrar.
—Hola, Walt —lo saludó.
Ned se habría ido, pero Ivans lo sujetó del brazo mientras pasaba y lo giró para mirarlo.
—¿Has ha-ha-hablado con P-P-Paul?
Cuando pronunció el nombre, de los labios de Ivans escapó un ligero rocío.
—Estoy a punto de ir a verlo —los ojos de color azul claro de Ivans se iluminaron en su cara redonda y blanca hasta que Ned Beaumont entornó los ojos y añadió—: No te hagas demasiadas ilusiones. Si pudieras esperar...
A Ivans se le contorsionó el mentón.
—Pe-pe-pero ella tendrá el ni-ni-niño el mes que viene.
Una mirada de sorpresa ensombreció los ojos oscuros de Ned Beaumont. Apartó el brazo de la mano del hombre más bajo y retrocedió. Bajo el bigote oscuro le tembló la comisura de los labios y apostilló:
—Walt, corren malos tiempos y... bueno... te evitarás amarguras si no te haces demasiadas ilusiones antes de noviembre.
Ned volvió a entrecerrar los ojos y puso una mirada alerta.
—Pe-pe-pero si le di-di-dices...
—Se lo transmitiré con todo el apremio que pueda, y deberías saber que llegará hasta el límite, pero en este momento está en una situación difícil.
Ned sacudió los hombros y su rostro se tornó sombrío salvo por el brillo vigilante de su mirada.
Ivans se humedeció los labios y parpadeó muchas veces. Suspiró y palmeó con las dos manos el pecho de Ned Beaumont.
—Su-su-sube ahora —pidió con tono apremiante y suplicante—. Te es-es-esperaré a-a-quí.