DOS
PAUL Madvig se presentó a primera hora de la tarde.
—¡Santo cielo, cuánto me alegra ver que estás vivo! —exclamó y estrechó la mano izquierda del herido, la que no estaba vendada, entre las suyas.
—Pues estoy bien —afirmó Ned Beaumont—. Quiero que hagas lo siguiente: coge a Walt Ivans y haz que te lleve hasta los vendedores de armas de Braywood. Él...
—Ya me has dicho todo esto —lo interrumpió Madvig—. Y está hecho.
Ned Beaumont frunció el ceño.
—¿Ya te lo dije?
—Te aseguro que sí..., me lo dijiste la mañana que te encontramos. Te llevaron a urgencias y no permitiste que te hicieran nada hasta que fui a verte. Nada más llegar me hablaste de Ivans y de Braywood y después perdiste el conocimiento.
—No me acuerdo de nada —reconoció Ned—. ¿Los has pillado?
—Detuvimos a los Ivans, ya lo creo. Walt Ivans habló después de que lo identificaran en Braywood y el jurado de acusación procesó a Jeff Gardner y a dos ilustres desconocidos, pero no podremos acusar a Shad. Gardner es el tío con el que Ivans negoció y todos sabemos que no movería un dedo sin la autorización de Shad, pero demostrarlo es harina de otro costal.
—¿Jeff es el que parece un simio? ¿Ya lo han detenido?
—No. Supongo que Shad se lo llevó consigo y lo ocultó después de tu escapada. Te retuvieron por cojones, ¿no?
—Exactamente, en la planta alta del Dog House. Fui allí para tenderle una trampa al muy cabrón y él se me adelantó. —Ned Beaumont arrugó la frente—. Recuerdo que fui con Whisky Vassos, que el perro me mordió y que Jeff y un mocoso rubio me dieron unos cuantos golpes. Me parece que después estalló un incendio y... ya no recuerdo nada más. ¿Quién me encontró y dónde?
—Un policía te encontró a las tres de la madrugada arrastrándote por el medio de Colman Street y dejando un reguero de sangre a tus espaldas.
—Siempre se me ocurre alguna gilipollada —dijo Ned Beaumont.