UNO

—ADELANTE —dijo Ned Beaumont, que desayunaba en la cama. En cuanto oyó que la puerta se abría y se cerraba preguntó—: ¿Quién es?

Desde la sala una voz ronca y áspera preguntó:

—Ned, ¿dónde te has metido? —sin darle tiempo a responder, el hombre de la voz áspera se asomó por la puerta del dormitorio y exclamó—: ¡Qué mal viven los pobres!

Se trataba de un joven robusto, de rostro cetrino y cuadrado, boca ancha, labios gruesos de los que pendía un cigarrillo, y ojos vivaces, oscuros y bizqueantes.

—Hola, Whisky —lo saludó Ned Beaumont—. Ponte cómodo.

Whisky recorrió la habitación con la mirada.

—Tienes una guarida que no está nada mal —comentó. Se quitó el cigarrillo de la boca y, sin volver la cabeza, lo utilizó para señalar por encima del hombro hacia la sala—. ¿Qué significa el equipaje? ¿Te mudas?

Ned Beaumont masticó a conciencia los huevos revueltos y los tragó antes de replicar:

—Es una posibilidad.

—¿De veras? —preguntó Whisky al tiempo que se acercaba a la silla situada junto a la cama. Tomó asiento—. ¿A dónde vas?

—Tal vez a Nueva York.

—¿Qué significa ese «tal vez»?

—Pues que tengo un billete con ese destino —replicó Ned.

Whisky dejó caer la ceniza en el suelo y volvió a colocarse el cigarrillo a la izquierda de la boca. Se sorbió los mocos.

—¿Cuánto tiempo piensas estar fuera?

Ned Beaumont sostuvo la taza de café a mitad de camino entre la bandeja y su boca. Miró pensativo al joven cetrino y antes de beber dijo:

—Sólo tengo billete de ida.

Whisky bajó los párpados para mirar a Ned Beaumont hasta cerrar por completo uno de sus ojos oscuros y convertir el otro en una raya delgada, negra y brillante. Se quitó el cigarrillo de la boca y tiró más ceniza al suelo. Su voz áspera contenía un deje persuasivo cuando propuso:

—¿Por qué no hablas con Shad antes de irte?

Ned Beaumont dejó la taza sobre el plato y sonrió:

—Shad y yo no somos lo bastante amigos como para que se sienta herido si me voy sin despedirme.

—No van por ahí los tiros —insistió Whisky.

Ned Beaumont cogió la bandeja de su regazo y la depositó en la mesilla de noche. Se puso de lado, apoyó el codo en las almohadas y se irguió. Se tapó hasta el cuello y preguntó:

—¿Por dónde van los tiros?

—La cuestión es que Shad y tú deberías hacer negocios juntos.

Ned Beaumont negó con la cabeza.

—Lo dudo mucho.

—¿Nunca te equivocas? —quiso saber Whisky.

—Por supuesto —reconoció el hombre tumbado—. Recuerdo que me equivoqué allá por mil novecientos doce, pero ya no sé de qué se trataba.

Whisky se puso de pie y apagó el cigarrillo en uno de los platos de la bandeja. Erguido junto a la cama y muy cerca de la mesilla, preguntó:

—Ned, ¿por qué no lo intentas?

Ned Beaumont frunció el ceño.

—Whisky, creo que perderé el tiempo. Me parece imposible que Shad y yo podamos entendernos.

Whisky emitió un chasquido. La curva descendente de sus labios gruesos dio al sonido un deje desdeñoso.

—Shad opina que podríais entenderos.

Ned abrió los ojos y preguntó:

—¿De veras? ¿Te ha pedido que vinieras a verme?

—Joder, claro que sí —replicó Whisky—. ¿Crees que estaría aquí y diría lo que digo si Shad no me hubiese enviado?

Ned Beaumont volvió a entrecerrar los ojos y preguntó:

—¿Por qué te ha enviado?

—Porque está convencido de que podéis hacer negocios juntos.

—Lo que te pregunto es por qué Shad supone que yo quiero hacer negocios con él —insistió Ned Beaumont.

Whisky puso cara de cabreado y preguntó:

—Ned, ¿me estás tomando el pelo?

—Claro que no.

—Ya está bien de gilipolladas. ¿No sabes que todo el mundo está enterado de que Paul y tú os peleasteis ayer en el local de Pip Carson?

Ned Beaumont asintió con la cabeza.

—Conque de eso se trata —murmuró en voz baja, casi para sí mismo.

—De eso se trata —confirmó el hombre de voz áspera—. Da la casualidad de que Shad está al tanto de que reñiste con Paul porque, en tu opinión, no tendría que haber clausurado los locales de Shad. De modo que, si utilizas la cabeza, ahora tienes todas las de ganar con Shad.

—Yo no estaría tan seguro —comentó Ned Beaumont pensativo—. Me gustaría largarme de aquí, regresar a la gran ciudad.

—Utiliza la cabeza —insistió Whisky con tono áspero—. La gran ciudad seguirá en pie después de las elecciones. Aguanta un poco. Sabes que Shad tiene un pastón y reparte billetes verdes para batir a Madvig. No te vayas y obtendrás una buena tajada.

—Está bien —aceptó Ned Beaumont lentamente—. No pasará nada si hablo con Shad.

—Tienes razón, no pasará nada —afirmó Whisky jovialmente—. Vístete de una buena vez y vayamos a verlo.

—Vale —repuso Ned Beaumont y abandonó la cama.