15 de febrero de 1924
Conmovido por el relato de la segunda mujer de Domingo, que en otro tiempo fue su cuñado, y enterado por otras personas de las circunstancia tristes que acompañan este caso, Florián Pujolà decide escribir a su primo Pedro Pujolà, de quien no ha sabido nada en años, para hablarle de la existencia de una hija natural del desventurado Juan Abril. La niña es sobrina suya, aproximadamente. De la madre no conoce la identidad, de modo que calla.
Escribe:
Creo muy conveniente, en nombre de la justicia, hablarte a favor de esta criatura inocente, hija de tu medio hermano, a quien pienso que legítimamente corresponde la herencia que debía ser de su padre. En caso de que la niña pudiera recibirla, se vería salvada de las circunstancias de su vida actual y tú podrías tener la satisfacción de haber hecho una buena obra.
La respuesta no se hace esperar. Su primo Pedro le recuerda con afecto, aunque era muy joven cuando dejaron de tratarse. Ha calculado cuánto hace y le han salido más de cuarenta años. De Mataró guarda, sobre todo, el recuerdo de la noche en que se fueron. Su padre lo sacó de la cama cuando ya dormía y lo lanzó al frío de la madrugada casi sin abrigarlo. También recuerda que el tío Silvestre estaba muy enfadado y que en la casa había un ambiente enrarecido, aunque su memoria es incapaz de responder a ninguna otra pregunta, por más que se las formule. En todo caso, asegura estar muy contento de saludarle de nuevo, aunque sea por escrito, y espera tener la ocasión de volver a verle.
Por lo que respecta a la criatura de la cual le habla, debe reconocer la nobleza del gesto, que valora profundamente, pero no puede satisfacer su petición. La causa es simple y comprensible: después de algunas investigaciones sobre la madre de la niña, ha descubierto con desagrado que se trata de una mujer pública, muy conocida por todos —al menos por quienes hacen uso de sus servicios—, y que responde por Macarena. Lo más probable, le dice, es que la mujer contara a Juan Abril entre sus clientes y ahora haya visto la ocasión de resolverse la vida de un golpe. Una estrategia, sentencia, más antigua que la corteza del mundo y que cualquiera con un poco de malicia podría adivinar.
La niña, pues, deberá quedarse como está. Ha sabido, no obstante, que la crían las monjas del corazón de María completamente apartada del mundo y que, por ahora, no cabe temer que siga los pasos de su madre, si es que eso le preocupa. Le envía abrazos, le recuerda con gran ternura, espera verle pronto y todas esas cosas que suelen decirse en estos casos.