*

He paseado por muchos cementerios, siempre buscando la memoria de los demás. Hoy vengo a visitar mi propia memoria con una rosa blanca en cada mano.

Primero me detengo frente a la tumba de mi abuela Teresa. Ella misma la compró en un lugar apartado e hizo grabar los dos nombres sobre mármol blanco. Enterró aquí a mi abuelo y esperó a que le llegara la hora.

—Así cuando yo me muera sólo tenéis que meterme en el agujero —decía a menudo.

Mi abuela hablaba de su muerte sin miedo ni respeto. Como si hablara de salir a comprar medias.

Eligió este lugar para que no les molestaran. Quería estar sola con el amor de su vida. Hizo prometer a todos que nunca nadie más sería enterrado aquí. Nunca. Nadie. De momento, se ha salido con la suya. En este lugar, que con el tiempo es mucho más concurrido que antes, sólo están ellos dos. Solos para siempre, como quiso Teresa Pujolà, una mujer que siempre hizo lo que le vino en gana. Incluso después de muerta.

Mientras dejo la rosa en la repisa me dan ganas de preguntarle a mi abuela por qué nunca me habló de su padre y, menos aún, de su abuelo, por qué el tiempo ha roído un fragmento de historia, como si fuera una humedad devorando una pared. Pero callo para no hacer como aquellas viejas beatas que van al cementerio a contar chistes a los muertos. He conocido a alguna que incluso se pelea con ellos.

Ahora subo la escalera hasta la parte más alta, que es también la más antigua. Aquella que hace mucho alguien bautizó con el nombre de «Cementerio de los Espiritistas». Hoy ambos cementerios están comunicados, pero durante muchos años un grueso muro servía de frontera entre dos mundos irreconciliables: el de los católicos y el de la gente sin dios.

Busco los nichos más viejos, los abandonados, ocupados por muertos que nadie recuerda. A menudo sin nombre, con lápidas devoradas por el paso del tiempo, el salitre, los verdines. No hay flores. En muchas tumbas sólo un aviso de liquidación cubre el nombre de los difuntos: «Rogamos pasen por nuestras oficinas con tal de regularizar la situación antes del día tal. De lo contrario, tendremos que proceder a la venta de esta sepultura. Atentamente, la dirección».

Me saco del bolsillo un papel donde he anotado un número. No me cuesta nada localizar la tumba a la cual corresponde. Como suponía, no tiene inscripciones. Ninguna pista. Dejo la rosa sobre el polvo. Con un dedo, en la tierra del suelo, escribo: «Silvestre Pujolà Soms. 1842-1900».

Me oigo murmurar:

—Seguro que a estas alturas ya no esperabas a nadie, ¿verdad?

Por un instante siento deseos de hablarle a la nada de mi abuela Teresa: cómo continuó la historia que Silvestre comenzó. Seguro que le gustaría saberlo. Lo único que todos deseamos saber es cómo continúan las historias. Pero oigo pájaros cantar y prefiero guardar silencio.

Mientras me marcho, recuerdo unas palabras de mi madre que me han traído hasta aquí:

—No dejo de darle vueltas —dijo—. Con lo parlanchina que era tu abuela, y hay cosas que no me contó nunca. ¿No te parece raro?

Creo que lo es, en efecto. Ojalá pudiéramos formular preguntas a los muertos.

—Entonces tendrás que hacerlo tú —concluyó mi madre.

—¿Cómo? —pregunté.

—Si tu abuela no me contó la historia, tendrás que hacerlo tú.

Para eso sirven las novelas. Para hacer volver a los muertos. Para reencontrarnos con todo lo que perdimos.

Para eso escribimos. Para eso he venido.

Diamante azul
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
arbol.xhtml
citas.xhtml
00_000.xhtml
00_001.xhtml
01_000.xhtml
01_001.xhtml
01_002.xhtml
01_003.xhtml
01_004.xhtml
01_005.xhtml
01_006.xhtml
01_007.xhtml
01_008.xhtml
01_009.xhtml
01_010.xhtml
01_011.xhtml
01_012.xhtml
01_013.xhtml
01_014.xhtml
01_015.xhtml
01_016.xhtml
01_017.xhtml
01_018.xhtml
01_019.xhtml
01_020.xhtml
01_021.xhtml
01_022.xhtml
01_023.xhtml
01_024.xhtml
01_025.xhtml
01_026.xhtml
01_027.xhtml
01_028.xhtml
01_029.xhtml
01_030.xhtml
01_031.xhtml
01_032.xhtml
01_033.xhtml
01_034.xhtml
01_035.xhtml
01_036.xhtml
01_037.xhtml
01_038.xhtml
01_039.xhtml
01_040.xhtml
01_041.xhtml
01_042.xhtml
01_043.xhtml
01_044.xhtml
01_045.xhtml
01_046.xhtml
01_047.xhtml
01_048.xhtml
01_049.xhtml
01_050.xhtml
01_051.xhtml
01_052.xhtml
01_053.xhtml
01_054.xhtml
01_055.xhtml
01_056.xhtml
01_057.xhtml
01_058.xhtml
01_059.xhtml
01_060.xhtml
01_061.xhtml
01_062.xhtml
01_063.xhtml
01_064.xhtml
01_065.xhtml
01_066.xhtml
01_067.xhtml
01_068.xhtml
01_069.xhtml
01_070.xhtml
01_071.xhtml
01_072.xhtml
01_073.xhtml
01_074.xhtml
02_000.xhtml
02_075.xhtml
02_076.xhtml
02_077.xhtml
02_078.xhtml
02_079.xhtml
02_080.xhtml
02_081.xhtml
02_082.xhtml
02_083.xhtml
02_084.xhtml
02_085.xhtml
02_086.xhtml
02_087.xhtml
02_088.xhtml
02_089.xhtml
02_090.xhtml
02_091.xhtml
02_092.xhtml
02_093.xhtml
02_094.xhtml
02_095.xhtml
02_096.xhtml
02_097.xhtml
02_098.xhtml
02_099.xhtml
02_100.xhtml
02_101.xhtml
02_102.xhtml
02_103.xhtml
02_104.xhtml
02_105.xhtml
03_000.xhtml
03_106.xhtml
04_001.xhtml
notas.xhtml