6 de agosto de 1920
—Florián, si fuera usted otro tipo de hombre, nunca habría osado venir a verle.
La frase la pronunció Rufina Abril la última vez que se presentó en la tintorería, encerrada ella y el patrón en el despacho de arriba. El silencio se llenó de pronto de palabras nunca dichas.
Rufina sabía que la gente hablaba, pero la dejaba hablar. Florián también lo sabía, pero no le daba ninguna importancia. Esta vez tomó la mano de Rufina y la sintió temblar. Pensó que era por el hijo muerto. Ella creyó que el tintorero sólo pretendía consolarla con un gesto amable, cálido. No le habría venido mal un poco de ilusión, pero no se lo permitió; y él, aún menos.
El único que echará de menos a Rufina Abril ahora que ha desaparecido sin dejar rastro será Florián Pujolà. No hará nada, claro. Nunca ha sido un hombre de grandes acciones.
Hay otra historia en aquello que no ha pasado. Si Florián fuera otro tipo de hombre y ella no estuviera tan rota por el dolor. Si los chismorreos de la gente tuvieran algo de verdad y el hijo muerto no pesara como un lastre. Si la mujer legítima no fuera tan insufrible.
Algún día, en alguna otra parte, tendremos que escribir la otra historia de Florián y Rufina. Aquella que sólo existió en un silencio y un par de miradas.