17 de marzo de 1722
En la parroquia de Santa María de Batet, un pueblo cercano a Olot, en la provincia de Gerona, bastante cerca de la frontera con Francia, se celebra una boda bajo un sol que deslumbra. Los contrayentes son Tecla Bartrolich y Joseph Pujolar. Ella es la heredera más rica del pueblo, hija de un comerciante de relojes y campanas, a ratos inventor y constructor de prodigios mecánicos. Él es el segundón de la masía Pujolar de Santa Pau, con fortuna pero sin tierras.
Todo el mundo conoce la historia de Joseph Pujolar: al morir sus padres, tuvo que dejar su casa cuando, por derecho y tradición, todo pasó a manos del heredero, su hermano Fidel. Es un caso que por sus peculiares circunstancias da que hablar a la gente. Dicen que ambos hermanos son gemelos, que el mayor nació sólo cuatro minutos antes que el pequeño y que son idénticos en todo, excepto en la suerte y, lo más probable, en las intenciones. Aquí nadie ve claro que el heredero de la masía tenga derecho a serlo. Igualmente, distinguir un gemelo de otro es tarea casi imposible, más aún cuando acaban de llegar al mundo. Pero la ley es la ley, repiten bajando la voz, y debe ser respetada.
O tal vez no. Tal vez la ley alguna vez se equivoca. Joseph Pujolar ha sacado pecho ante el rey y ahora está muy enojado con su hermano. No teme a la guerra, si es necesaria, contra el Borbón. No es de los que se rinden, por harto que esté. Y por supuesto que está harto, como todo el mundo en estas tierras, donde han pagado muy cara la fidelidad a la casa de Austria. A Joseph Pujolar la gente lo admira porque aún le quedan ganas de seguir luchando. De su hermano Fidel no hablan.
Una vez casada la pareja, de diecinueve años cada uno, van a vivir a la masía que el padre de ella ha mandado construir y que ha ofrecido al yerno como dote y como prueba de su buena fe. Desde la misma noche de bodas, ya todo el pueblo espera la buena noticia de un embarazo. Las viejas afirman que llegará pronto, porque se han casado bajo un cielo despejado y ahora duermen bajo el influjo de una luna nueva.
Pasados sólo cuatro meses, sin embargo, las noticias que llegan no pueden ser más tristes. Tecla Bartrolich ha muerto de un mal rápido e inesperado, que nadie se explica, antes de cumplir los veinte años. El joven segundón de Santa Pau ahora es viudo y propietario.
Todo el mundo está de acuerdo en que un hombre tan joven y tan rico no debe permanecer soltero mucho tiempo.