CLXIII
Cuenta ahora la historia que cuando los compañeros de la colina se despertaron y no encontraron a Lanzarote tuvieron una gran preocupación; le preguntaron al criado que había dormido a sus pies si tenía noticias.
—Por Dios, sólo sé que me despertó antes de medianoche y me dijo que le diera sus armas; le pregunté que a dónde quería ir, pero no me lo dijo. Después de armarse me dijo que regresaría esta misma noche, si podía.
Cuando se dan cuenta de que no podrán saber nada más por el criado, llaman a la gente de la región que vivían más cerca; hacen que arreglen el camino de la colina de tal forma que se pueda pasar por él a pie y a caballo.
Cuando Lionel, que estaba enfermo en la abadía, oyó esta noticia, se puso tan contento que dijo que no sentía ningún dolor causado por enfermedad que hubiera padecido. Se vistió lo mejor que pudo y fue directamente a la colina, donde encontró a muchos de sus compañeros de la búsqueda, que le mostraron una gran alegría. Al no ver a Lanzarote, su primo, pregunta que dónde está y le contestan lo que saben. Cuando oye estas palabras, los consuela mucho diciéndoles que no se preocuparan, pues no debe temer a nadie que le cause dolor con las armas dondequiera que vaya, a no ser que sea sorprendido a traición. Los compañeros se reconfortan mucho con esto y permanecen allí de tal forma, diciendo que esperarán hasta que regrese.
La historia deja ahora de hablar de todos ellos y vuelve con Lanzarote.