XLV
Cuando el vencedor de la asamblea se marchó, después de combatir contra el caballero que lo había albergado, cabalgó durante todo el día sin encontrar ni una aventura. Pasó la noche en casa de una dama viuda, a la salida del bosque, desde donde no había más de cinco leguas a Camalot. El caballero se levantó temprano, se fue de su alojamiento y cabalgó con su doncella y sus escuderos hasta que se encontró a otro escudero.
—Criado, ¿a dónde vas? ¿Conoces alguna noticia?
—Sí, mi señora la reina está aquí, en Camalot.
—¿Qué reina?
—La mujer del rey Arturo.
El caballero se va y cabalga hasta una fortaleza: en la ventana ve a una dama en sobrecota y en camisa, que estaba contemplando el campo y el cercano bosque. La dama se había cubierto, y con ella estaba una doncella cuyas trenzas le caían por los hombros. El caballero comienza a contemplar a la dama, olvidándose de todo. En ese momento pasa por allí un caballero completamente armado:
—Señor caballero, ¿qué estáis mirando?
El otro no le contesta, pues no lo había oído.
El caballero le golpea y vuelve a preguntarle lo mismo.
—Miro lo que me da la gana y vos no sois nada cortés al sacarme de mis pensamientos.
—Por la cosa que más queráis del mundo, ¿sabéis quién es la dama a la que estáis mirando?
—Creo que sí sé quién es.
—¿Quién?
—Es mi señora la reina.
—Por Dios, sí que la conocéis bien ¡Los diablos del infierno os han hecho mirarla!
—¿Por qué?
—Porque ahora no os atreveréis a seguirme pasando por delante de la reina.
—Si vais a un lugar al que yo no me atreva a seguiros, habréis superado a los más atrevidos del mundo.
—Eso lo vamos a ver ahora.
Entonces se vuelve, seguido por el caballero y al cabo de un rato, le dice el otro:
—Buen señor, esta noche os albergaréis conmigo y mañana os llevaré al lugar que os he prometido.
El otro le pregunta si tiene que ser así, a lo que le contesta que sí; entonces le dice que lo hará de ese modo.
Se albergó aquella noche en casa del caballero, que estaba a la orilla del río de Camalot; y allí estuvieron desde mediodía. Por la noche le dieron una habitación buenísima, igual que a la doncella y a sus criados.
Pero ahora la historia no hablará más de él, sino que vuelve al rey Arturo.