XLVI
Aquí dice la historia que el rey volvió del bosque pasada la hora de nona. Por la noche, cuando estaba sentado a cenar entró un caballero de edad que parecía hombre sabio y de santa vida; iba completamente armado, a excepción de la cabeza y de las manos; se dirigió al rey con la espada ceñida y, sin saludarlo, empieza a decir ante su misma mesa:
—Rey, a ti me envía el más valiente de cuantos son de su edad: es Galahot, hijo de la Bella Jayana. Te ordena que le entregues tu tierra o que aceptes recibirla de él, como vasallo. Si quieres ser vasallo suyo, te estimará más que a todos los reyes que ha vencido.
—Buen señor, mi tierra no la he recibido, ni la recibiré de nadie, sino de Dios.
—Lo siento, pues perderás el honor y la tierra.
—No me importa nada lo que decís, pues, si Dios quiere, no podrá hacer todo eso.
—Rey Arturo, mi señor te desafía; de su parte te digo que el encuentro tendrá lugar dentro de un mes en tu propia tierra; cuando llegue no volverá a marchar sin haberla conquistado, te quitará a Ginebra, tu mujer, cuya belleza y valía ha oído ponderar por encima de todas las damas del mundo.
—Señor caballero, he oído lo que habéis dicho. A pesar de vuestras grandes amenazas no conseguiréis asustarme. Que cada uno haga lo que mejor pueda. Cuando vuestro señor me haya quitado la tierra, lo sentiré; pero no podré hacerlo.
Con esto, se va el caballero y en la puerta de la sala se vuelve hacia el rey y le dice:
—¡Ay, Dios, qué dolor y qué desgracia!
Monta un caballo y se va con otros dos caballeros que estaban esperándole en la puerta. El rey le pregunta a su sobrino, mi señor Galván, si conocía a Galahot y le responde que no, igual que la mayor parte de los caballeros que había allí. Pero Galegantín el Galés, que había recorrido muchas tierras, avanza un poco y le dice al rey:
—Señor, yo conozco a Galahot; es más de medio pie más alto que cualquier caballero; es el hombre más querido del mundo por su gente, y el que más batallas ha vencido de su edad, pues es joven, y quienes lo han tratado dicen que es caballero de noble corazón, de agradable trato y muy generoso. De eso, no puedo decir nada, pues no creo que nadie os supere, pues si lo creyera, preferiría estar muerto antes que seguir vivo.
El rey deja de hablar del asunto y dice que por la mañana quiere volver a ir al bosque; avisa a los que desea que le acompañen, advirtiéndoles que saldrán temprano, tras oír misa. Y así lo hizo el día siguiente.
Pero la historia no sigue hablando de él, sino que vuelve a hablar del vencedor de la asamblea, desde el momento en que se alojó con el caballero al que debía seguir por la mañana.