LXIX
Cuenta ahora la historia que, cuando mi señor Galván estaba combatiendo con el caballero de la calzada al que hirió y se dio por vencido, y derrotó gracias a su valor a los servidores, que no se atrevieron a moverse, entonces un criado fue a Sorhaut, donde estaba Galahot con su compañero; se encontraban a las afueras de la ciudad, pues era allí donde tenían sus casas. El criado les contó que un caballero había conquistado la calzada de Norgales, derrotando a los guardianes, pero que ignoraba su nombre. Cuando Galahot lo oyó, se sorprendió mucho y le dijo a su compañero que, siendo así, un caballero andante había sido capaz de derrotar a uno de los mejores caballeros de su tierra y a diez servidores. Lanzarote responde que quiera Dios que vaya hacia allí.
—¿Por qué?
—Señor, porque nosotros estamos aquí prisioneros y hace mucho tiempo que no vemos justas ni combates, y estamos malgastando el tiempo y la edad. Por Dios, si viene por aquí, me enfrentaré a él.
Galahot empieza a reír, y los que estaban oyéndole dicen que nunca piensa en descansar; pero Galahot, mientras tanto decide que le impedirá combatir, si puede. Tenía un albergue muy hermoso y muy bueno en una isla, en el Ausurne, a una media legua río adentro. Este lugar se llamaba Isla Perdida, pues estaba en el agua, lejos de toda gente. Galahot piensa llevar a Lanzarote allí; por la noche le pidió uno de sus caballeros, que se llamaba Helies de Ragres y era hombre valiente y esforzado, que le permitiera custodiar la calzada. Galahot se lo concede. Esa misma noche, se llevó a su compañero a la Isla Perdida, mientras que Helies guardaba la calzada. En esto, llegó mi señor Galván, con gran alegría por parte del caballero que vigilaba, cuando se enteró de quién era. Mi señor Galván le pregunta que dónde estaba Galahot, y él le contesta que no tenía noticias.
—¿No? ¿No está en Sorhaut?
—Se fue ayer a medianoche, y no sabemos a dónde.
Lo siente mucho mi señor Galván, pues teme que su búsqueda se prolongue.
La mañana siguiente se despidieron mi señor Galván y Héctor, y se marcharon, pues ya había guardia en el puente; le recordó al caballero herido, que aún seguía allí, que debía ir a la corte del rey Arturo, según había prometido, y rendirse a la reina Ginebra, a la que debe decirle que lo ha encontrado Héctor y que irá a la corte tan pronto como pueda; que Héctor ya habría regresado «si yo no lo hubiera retenido para volver juntos. Decidme vuestro nombre, pues sabéis el mío». Le contesta que se llama Elinán de las Islas.
Elinán se marcha a la corte del rey Arturo, con gran disgusto, y cuenta las noticias, con las que el rey se alegró mucho. La reina hizo que le curaran las heridas y después lo hicieron de la casa del rey Arturo, pues era un caballero muy valiente. Cuando la reina supo que Héctor había encontrado a mi señor Galván, se puso muy contenta: se lo cuenta a su amiga, que recibe una gran alegría y se tranquiliza mucho. Desde que se marchó de la corte, nadie había conseguido hacer que se riera, ni que jugara. Al rey le pesa más que a ninguno de sus hombres que mi señor Galván no haya concluido su búsqueda, ya que tiene gran necesidad de él, pues era incapaz de llevar nada a cabo sin su ayuda.