LIII
Cuenta ahora la historia que Galahot y su compañero cabalgaron las jornadas precisas hasta que llegaron a la tierra de la que era señor Galahot: era Sorelois, que está entre Gales y las Extrañas Islas. No la había heredado de sus antepasados, sino que la había conseguido mediante conquista, arrebatándosela a Gloier, sobrino del rey de Northumberland. El rey Gloier murió en el combate y no había dejado más que una hija pequeña, que era muy bella, y cuya madre murió en el parto. Galahot había ordenado que la cuidaran con todos los honores hasta que fuera mayor; entonces, pensaba dársela como esposa a un sobrino suyo que aún era muy pequeño, al que le había cedido toda la tierra de Sorelois a partir del momento en que fuera armado caballero.
Sorelois era la tierra más agradable que había en el mar de Bretaña; era la que tenía mejores ríos y abundaba en buenos bosques y en feraces tierras, y no estaba demasiado lejos de los dominios del rey Arturo. A Galahot le gustaba mucho estar allí, pues le agradaban los perros y las aves y sobre todo porque el reino de Logres estaba más cerca de allí que de las Extrañas Islas, que era su tierra principal.
Por la parte de la tierra del rey Arturo, el reino de Sorelois estaba rodeado por un solo río que era ancho, caudaloso y profundo: era el río Assurne. Por la otra parte, Sorelois estaba rodeado por el mar y tenía castillos y fortalezas agradables, con buenas murallas, y abundantes bosques y montañas, con numerosos ríos que iban a dar en el Assurne y éste, a su vez, iba al mar. Resultaba así que desde la tierra del rey Arturo no se podía entrar en Sorelois si no era atravesando antes el río Assurne, que no era de agua dulce, pues por un extremo empezaba en el mar y por el otro desembocaba en él.
De este modo, la tierra de Sorelois quedaba cerrada con respecto al reino de Logres, y los caballeros andantes sólo podían pasar por dos sitios, pues no hubo más mientras duraron las aventuras del reino de Logres y de las islas de alrededor. Estos dos pasos eran bastante difíciles y peligrosos, pues ambos habían sido construidos en una calzada estrecha y escarpada, que no medía ni tres toisas de lado y tenía más de siete millas de largo, y en algunos lugares estaba a más de setenta sobre el agua. Así eran las dos calzadas. Por la parte de Sorelois había en ambas una torre alta y fuerte, custodiada por el mejor caballero que se había podido encontrar y por diez servidores armados con hachas, espadas y lanzas: en las dos torres se mantenían por lograr fama y honores, y por las elevadas recompensas que esperaban obtener. Si llegaba un caballero desconocido dispuesto a pasar al otro lado, tenía que combatir con el caballero que guardaba la torre y con los diez servidores; si lograba seguir adelante por la fuerza, ponían por escrito su nombre y a partir de ese momento podía pasar por el lugar el resto de sus días sin necesidad de combatir. Pero si era vencido, quedaba a merced del caballero y de los diez servidores que custodiaban la calzada. Esta guardia duraba un año completo, y según cuenta la historia, fue en los tiempos en que Merlín profetizó las aventuras que debían suceder, cuando el rey de Lohoz, padre del rey Gloier, ordenó construir aquellas calzadas, pues temía la destrucción de Sorelois, tierra de la que por aquel entonces era señor. Antes de que comenzaran las aventuras había varios pasos más sobre el río, unos eran de madera y otros eran simplemente vados por los que se podía atravesar a nado. Tan pronto como empezaron a ocurrir las aventuras, fueron derribados todos los pasos para que no pudiera entrar ningún desconocido si no era a través de aquellas dos calzadas.
Galahot, su compañero y los demás hombres de su séquito fueron a esta tierra que estaba tan bien protegida y que era tan fuerte. Pero fueron lo más en secreto que pudieron, ocultándose cuanto podían y evitando que los suyos llegaran a conocer sus secretos; nadie sabía el nombre de su compañero, a excepción de los dos reyes que habían servido de garantes. De tal modo estuvieron en Sorelois, deleitándose con los ríos y los bosques, pero ningún solaz le agradaba a Lanzarote porque no veía a la señora de todo su ser, y no pensaba en otra cosa sino en ella. Galahot estaba muy preocupado por su malestar y lo consuela tanto como puede, diciéndole que no se desanimara, pues en breve tiempo tendrían noticias de torneos.
Al cabo de un mes, la doncella del Lago le envió a Lanzarote un doncel, diciéndole que lo retuviera a su lado hasta que deseará ser caballero. Lanzarote así lo hizo, mostrando gran alegría y tratándolo con mucho afecto por su doncella, que le había pedido que lo amara como a su propio cuerpo. Y lo hizo así porque no había doncella a la que quisiera y temiera tanto; y de la misma forma lo trataba Galahot porque el muchacho era bueno y noble, era primo de Lanzarote e hijo del rey Boores de Gaunes, el que había sido tío de Lanzarote y hermano del rey Ban. Cuando Lanzarote se enteró de quién era, lo estimó mucho más y la alegría que sentía le hizo olvidar gran parte de sus males, y era enorme el gozo que sentían los dos primos al estar juntos.
El muchacho se llamaba Lionel por un hecho maravilloso que ocurrió cuando nació: tan pronto como salió del vientre de su madre, vieron que tenía en medio del pecho una mancha roja, con forma de león, y el niño lo tenía abrazado por el cuello como si quisiera estrangularlo. Este hecho fue considerado maravilloso y por eso llamaron al niño Lionel. Después realizó grandes proezas, tal como atestigua la historia de su vida, y la mancha le duró mucho tiempo en el pecho.
Lanzarote tuvo mucha alegría con la presencia de su primo, pero la historia deja de hablar de Galahot y vuelve con el rey Arturo, que había regresado a su tierra.