LXXII
Galahot se fue de la corte, con una mezcla de alegría y tristeza, acompañado por Lanzarote: iba alegre, porque su compañero estaba con él; triste, porque habían hecho a su amigo de la corte del rey Arturo y teme perderlo para siempre por esta razón. Lo quería de todo corazón, más de lo que cualquier hombre podría querer a nadie: en este asunto no hacen falta más testimonios, pues quedó bien de manifiesto cuando el dolor que sentía le privó de todo gozo, hasta que le sobrevino la muerte, tal como lo contará la misma historia más adelante. Ahora no es necesario hablar más de su muerte, pues la muerte de un hombre tan valiente como era Galahot no hay que recordarla antes de tiempo. Todas las historias que se refieren a él coinciden en que era el más valiente de entre los príncipes que rodeaban al rey Arturo, y no había ninguno que se le pudiera comparar, entre los que vivieron en su época. Así lo atestigua el libro de Tantalides de los Vergeles, que es el que más habla de las proezas de Galahot, y afirma que ni siquiera el rey Arturo fue más valiente, y que si Galahot hubiera vivido el tiempo suficiente, con el arrojo que tenía cuando empezó a combatir al rey Arturo, hubiera sobrepasado a todos los que destacaban por ser superiores a los demás. Él mismo manifestó su propio valor a Lanzarote, cuando le dijo que, al empezar la guerra, pensaba adueñarse de todo el mundo: lo demostró bien, pues fue armado caballero con veinticinco años, y conquistó veintiocho reinos, y su vida terminó a los treinta y nueve años.
Lanzarote le hizo desistir en muchas de estas cosas cuando hizo que su gran honor se convirtiera en vergüenza, pues a pesar de que estaba venciendo al rey Arturo, fue a pedirle piedad; mucho tiempo después de esto, los dos hombres más cercanos a él por su linaje, le recriminaron la vergonzosa paz que había firmado con el rey Arturo por un solo caballero: esto ocurrió cuando los coronó reyes.
Galahot les respondió que nunca había ganado tanto, ni había conseguido mayor honra que en aquella ocasión, «pues no hay riqueza en la tierra, ni en los bienes materiales, sino en el valor y en la nobleza; las tierras no hacen a los hombres nobles, sino que son los nobles los que hacen sus tierras; el rico debe procurar siempre obtener lo que nadie tiene». De este modo, Galahot convirtió en enseñanza y en beneficio lo que los otros consideraban como pérdida y locura. Ninguno de ellos tenía valor suficiente para amar a un buen caballero como él lo amaba.