CXXX
Cuenta ahora la historia que cuando Dodinel el Salvaje dejó a Malruc el Pelirrojo, cabalgó tras la doncella hasta la hora de vísperas, en que llegaron a un río de agua profunda y negra; lo atravesaba un tablón tan estrecho que era muy peligroso de pasar. La doncella descabalga y ata su caballo a un árbol que había en la orilla. Dodinel le pregunta qué va a hacer con el caballo.
—Tenéis que dejarlo aquí.
Así lo hace; la doncella sube al tablón con gran valor y lo atraviesa, como si estuviera acostumbrada a hacerlo; luego, le dice a Dodinel que la siga, y éste le contesta que así lo hará: sube al tablón, pero era tan estrecho que se asustó mucho y con el gran miedo que tiene empieza a pasarlo, aunque no estaba acostumbrado a hacer tal cosa. Por otra parte, ve por debajo el agua tan negra que no se encuentra a gusto, pero no se detiene, sino que continúa hasta llegar a la mitad de la tabla. Entonces le parece tan débil que cree que se va a hundir a su paso; y ciertamente crujía, pero era por el peso de las armas que llevaba: Dodinel siente tan gran miedo que cae al agua y se va al fondo.
Cuando vuelve a la superficie había bebido tanta agua que le parecía que iba a reventar, pero se esfuerza tanto por el miedo que tiene de morir que saca los brazos del agua y se sujeta con las dos manos. Por más fuerza que hace no consigue salir del río por el peso de las armas, que le resultan un gran estorbo.
Mira entonces hacia la orilla y ve a un villano que se disponía a atravesar el tablón, y le dice:
—Villano, ayúdame a llegar a la orilla, porque si me quedo un poco más aquí, me hundiré con las armas que me pesan demasiado.
—Señor caballero, ¿qué diablos veníais a buscar aquí? ¿Creíais encontrar aventuras en el río?
—He encontrado aventuras, que con gusto evitaría; por Dios, buen amigo, no me discutas durante largo rato, ayúdame.
—Por mi fe, los villanos no deben ayudar a los caballeros a poner fin a sus aventuras, pues los caballeros recibirían afrenta, por eso no os voy a ayudar en esta ocasión, y del mismo modo que entrasteis, salid.
—Ciertamente eres villano, maldito sea el que pida a un villano que le haga algún favor, pues nunca lo harán, mientras tengan el corazón que tienen.
Entonces se marcha el villano y deja a Dodinel en el peligro en que se encontraba; éste era tan fuerte de brazos que en toda la casa del rey Arturo no había ningún caballero que le superara: se esfuerza por el miedo que tiene a morir y consigue salir del agua, arrastrándose encima de la tabla; fue admirable que ésta no se rompiera cuando tiró de ella para salir del río. Cuando lo consigue, se pone en pie y va hasta la orilla con algún esfuerzo, pero no encuentra a la doncella a la que iba siguiendo, y se entristece. Ve entre la maleza un castillo pequeño muy bien situado; de él sale un caballero armado con todas las armas y se dirige a pie a Dodinel, que se encontraba mal por el agua que había bebido y no se podía poner en pie. Le ordena que se rinda, pero Dodinel no puede contestar; le arranca el yelmo de la cabeza, le baja la ventana y le dice que le cortará la cabeza si no se rinde; pero Dodinel no tiene fuerzas para contestar. Cuando el caballero lo ve, hace que lo cojan sus servidores y que lo lleven prisionero al castillo que se llamaba Langue.
La historia ahora deja de hablar de él y vuelve a la reina, que había llegado a Camalot.