2
ESPEJO INTERIOR
A lo de siempre vuelvo desde siempre:
a la mano primera y a la casa,
al mayo de celindos y gayombas,
a las ruedas del tiempo en los umbrales
tras la paz albergada, a aquellos ojos
de ternura conmigo, a los silencios
escogidos.
El corredor de losas relucientes,
la escalera subiendo a la ventura
del sabido calor, y los serones
de la Alhajuela[120] rebosando frutos.
Y luego mayo, loco en la Ribera,
los ruiseñores locos en el huerto
de Perea, cantando locos mientras, lentas,
las ruedas del trabajo y de la lana
las aguas de la sierra iban moviendo
bajo murallas nobles.
Los ojos, aves locas, se escapaban
en vuelos de miradas, al prodigio
del agua y de la rueda, a los olores
de gayomba y culantro, a los colores
de malvas y amapolas, a los vencejos
zurciendo en el azul blancos retazos.
¡Oh este espejo interior, donde aparece
el de hoy, el de ayer, el siempre niño!