VIII
El amor no bajará a las profundidades del mar,
por el peligro que supone desnudarlo
y entregar su cuerpo, tanto tiempo cubierto,
al aire y al agua.
Puede constiparse
y, lo que es más grave, ser reñido por sus padres
con absoluta prohibición de salir de casa,
salvo con la nurse
o con un amigo prudente
que no le enseñe lo que hay dentro de las almejas
o dónde van a parar los ríos,
porque precisamente cuando el amor conozca
el paradero de los ríos
ya podemos alquilar una habitación
en cualquier planeta barato
e irnos allí, amiga,
a jugar a las chinas,
a saltar a la comba
bajo la sonrisa de Dios.