EL QUICIO[25]
El corazón seguro se sabía
de memoria el lugar del pan y el beso,
iba en su busca con latido, preso
y libre, encadenado a su porfía.
Corazón y latido tuyos. Mía
la sujeción gozosa, el bien ileso,
la faz en resplandor, la hora sin peso
y sin pasar, eterno el todavía.
Y todavía a la vuelta encuentro eso
que con tu nombre el labio si quería
pronunciándolo sólo iluminaba:
el sendero a la paz, el quicio al beso,
lo cierto a la hermosura; tu porfía
y el pan sobre la mesa que aguardaba.