IV
El amor es una incógnita
que no puede resolverse en los bancos verdes,
junto a la fuente verde,
entre los árboles verdes,
ni sentados ni andando,
como hacían los antiguos,
y que sin duda resolverán las futuras generaciones
en cuclillas,
oyendo pájaros desconocidos
—el mirlo y el ruiseñor sintiendo
arroyos desconocidos
—el ruiseñor y el mirlo—.
El amor queda algo al Este de las cordilleras
y no se encuentra ya en las márgenes de los ríos,
por bellas que sean,
ni junto al mar o la luna.
Se ha instalado en el aire
y allí se pasea con su bastón y su hongo, deteniéndose para
comprar flores hermosas
y ofrecerlas a la primera desconocida.
Dice que es difícil que baje
como no bajen todas las alturas,
que él ya no es un mito,
ni una rama,
ni un pájaro,
ni una telaraña miedosa a las escobas,
sino simplemente una jovencita
que espera cada tarde
un joven con saetas
que cuidadosamente guarda en su armario
para enseñarla luego a las amigas.