VIII
DOMINGO
AHORA ya fina seda
el corazón latiendo
sin rozadura amarga,
¡qué dulce la subida
de vuelta de la tarde!
¡Qué grata la bajada
retorno sobre el césped!
Y no importa que sea
el aire gasolina;
que los colores sean
amarillo canario
y verdes inmorales:
por encima de todo
el aire sigue siendo
el aire. Hay vencejos
que en la boca al oído
y en la vista al recuerdo
me traen la silueta
de una torre de pueblo.